Nuestras playas
Y sus bellezas naturales
Por su interés hemos considerado dar a conocer el viaje realizado por uno de los investigadores de Lo Rat-Penat el Jueves 20 de Julio de 1911 por las costas calpinas y que dice así:
Excursión a Calpe- Sus méritos naturales é históricos- El Peñón de Ifach- La costa- Moraira y sus restos románicos.
A las excelentes disposiciones del señor subsecretario de Instrucción pública y Bellas- Artes, debo la esperanza concebida de que puedan obrar en poder mío, muy en breve, los datos que se contienen en documentos del Estado, y que me son indispensables para terminar mi monografía histórica respecto a Jávea. Contando con esto, que creo seguro, he determinado darla á la publicidad en el próximo invierno-
Entre las fases más oscuras de nuestra historia regional, que he tenido precisión de esclarecer, por lo que a Jávea interesa, cuéntase la correspondiente á los siglos V, VI y algunos otros anteriores á Jesucristo. Conocidas son las divergencias en estas, al parecer, confusas materias que dividen á los eruditos. Pues bien, al objeto de no extraviarme como ellos, hube de ingeniar algún método distinto, nuevo, producto de mi exclusivo discurso. Perseguida la verdad por este medio, he conseguido su esclarecimiento. Quise también comprobar sobre el terreno la exactitud de mis investigaciones, y ello es objeto de la correría que reseño á vuela pluma.
El autor nos traslada a la época en la que se mueve: la dificultad de desplazarse de un lugar a otro- todavía no existía el trenet- la diligencia no les para en las cercanías de Calp, sino cerca del Collado de Toix. A las cuatro de la madrugada tienen que volver a pie. Siendo que ya existía La Venta del Cañero no se entiende que pasen de largo.
Sonadas las once de la noche de ayer, jueves, nos trasladamos á Gata mi hijo Fernando y yo. Tomamos allí la diligencia del correo y, á las cuatro de la madrugada, nos deja en las estribaciones orientales del cabo Toix que preceden al collado de Calp; retrocediendo á pie por la carretera tanteamos el mejor punto de vista para observar toda esta costa á la luz de la naciente aurora y el preciso momento de alumbrarla los primeros rayos horizontales del sol. El espectáculo es de los cotizables al más subido precio y para descrito solo por la pluma del mejor poeta; por ello desisto de intentar ni el más leve trasunto.
Cuaderno en mano y lápiz en ristre limítome á diseñar y recoger mis observaciones de excursionista. El viernes 29 de octubre de 1886 contemplé la “punta de Europa” en idénticas circunstancias, y este recuerdo me hace exclamar, dirigiéndome á mi hijo:
¡Mira Gibraltar…!
Considerando retrospectivamente puedo sintetizar la primer impresión que en el ánimo de los periegetas, viajeros é inmigrantes de todos tiempos, debió producir la vista de estos parajes, en una frase:
¡Aquí me quedo….!
Calpe-ifar, que significa en eúskaro “Gibraltar del Norte” para distinguirse del Calpe herácleo ó “punta de Europa”, reúne todas las condiciones apetecibles para ejercer siempre influencia decisiva y atracción irrisistible sobre el alma de todo forastero; por consiguiente, el mérito suyo estriba en si propio, razón de que en importancia histórica haya debido ser notoria.
No estoy conforme con la opinión de algunos autores respecto á la homonimia exacta entre los distintos parajes. Este Calpe y aquél, son, digámoslo así, toponímicamente epónimos, pero Äbila no parece aquí por ninguna parte, ni hace falta para nada; de otra suerte, queriéndolo probar todo, tienden sobre la verdad absoluta un tupido cendal de dudas.
El Peñón desde el Collado
El espacio del periódico me apremia, y habrán de ser bocadillos lo que, por mi gusto, sería un atracón.
En la venta de la Morena y en la de su hija, (se refiere a la Venta de Cándida Román) indagamos el paradero de mi criado, que se nos adelantó anoche con un mulo y las viandas, necesarios para practicar el recorrido de la costa orillando el mar; nos reunimos, al fin, con la impedimenta, y trepamos al cerro de la ermita. Desde aquí, lo abarco todo; mar y tierra, me oriento, tomo un gráfico del conjunto, fijo la posición de cada detalle, el curso de olos caminos y bajamos a la población. Los primeros madrugadores nos encaminan hacia el primer recinto amurallado, donde me traen averiguaciones para historiar las hazañas de mi paisano el Campaner. Hijo de Jávea, este guerrillero batió a los franceses desde las murallas de nuestra y acudió en auxilio de la asediada Calpe, cuya defensa homérica dio origen á la frase axiomática:
Costa mes que la pressa de Calp.
Con ello significamos, al menos en Jávea, las insuperables ó sucesivas dificultades que ofrece alguna cosa para su terminación.
Plaza de la Constitución
Nos metemos donde dice un lápida: “Plaza de la Constitución”, en cuya área difícilmente cogemos nosotros tres y el mulo. No exagero; calles y casas más comprimidas que aquí no las he visto en parte alguna. En dicha plaza ¡ transijamos con la hipérbole! Examino la puerta, con torre, del Albacar ó recinto interior amurallado, recorro éste, luego los restos de la muralla exterior, anoto las medidas, tomo gráficos de todo y nos personamos en la abadía.
El señor cura, D. Juan Rostoll Jorro, nos recibe muy atento. Desde el primer examen me persuado de su laboriosidad y afición al estudio. Sobre muchos libros veo la revista Lo Rat Penat. Expóngole mi objetivo y, sin más, exhíbeme todo el Archivo parroquial, admirablemente encuadernado, rotulado y recompuestos los folios endebles. Examino lo esencial y aunque modestamente escrito de mi puño sobre el margen de un papel impreso, á falta de tarjeta, le dejo mi nombre, con el encargo de facilitarme lo que descubra pertinente á mis investigaciones.
Lamentablemente, el archivo parroquial fue quemado en 1936 al inicio de la Guerra Civil.
Salimos de Calpe, bajando á las Aduanas. Nos desplegamos en ala sobre la playa para reconocerla hacia Ifach, sin que se nos escape ninguna ruina, recorremos el trayecto arenoso, dejamos atrás el remanso de la fuente. Elévase la orilla y extiéndese en estrecha faja prominente de piedra madreporiforme. Mi hijo, que camina inspeccionando por el lado de las olas, señalan los primeros vestigios de antigüedad: una piscina conocida como “los baños de la reina”, con cuatro acueductos, tallado todo en la piedra, dentro del mar. Midiéndola el chico resbala, cae y por un tris no va al agua. Frente a ella, arriba, hacia tierra, medimos un piso de cronquet ú hormigón y examinamos los honamentos de un edificio, detritus de mármoles, alfarería y revoque de pared pintado de azul. Seguimos, y al poco trecho, nos detenemos á examinar un juego de acueductos cuyo objeto es mantener alguna corriente continua de agua marina, en depósito, para fines de piscicultura ú otros. Discurrimos por frente al Saladar, observando algún que otro vestigio de mampostería y tierra cocida.
Todo cuanto llevo visto es de puro carácter hispano-románico, muchísimo menos importante que lo descubierto por Cabanilles y Ribelles, muy poco, pero de algún mayor mérito, prueba la existencia de una población reducida, como las que hubo en Jávea, ni más ni menos. Nada de ciudades importantes como suponen gratuitamente; con ello basta.
Trepamos por la falda del Ifac, lado del Rincón, aquí no veo más que ruinas modernas. Á su sombra nos acomodamos para almorzar, remojamos el gaznate con excelente vino de Calpe, y fumando los cigarros de la digestión, con los gemelos en el puño, escrutamos el panorama.
Y vengamos al motivo primordial de esta excursión, que se contrae á comprobar el texto de Rufo Festo Avieno.
Me asombra cómo se hayan atrevido á motejar de fabulosas las descripciones contenidas en su Ora. Lo más cómodo siempre es tratar despectivamente lo que no se comprende. Cada cual le zarandea á su modo; incluso el eximio Joaquín Costa, avienista irrecusable, no encontró mejor elogio que calificarle de “centón indigesto.” Sin embargo, en lo que á esta costa se refiere, es tan exacto como el mejor geógrafo moderno.
Me atrevo á decir que nadie le ha comprobado sobre el terreno con la debida preparación arqueológica; de otro modo, no le habrían interpretado mal, ni juzgado con desvío.
Veamos mi método para su estudio:
Primero.-Habla de referencia, acoplando noticias de autores antiguos. Esto es sabido, y debemos no olvidarlo para comprenderle.
Segundo.-Describe cosas que fueron y de las que apenas quedan vestigios que casi desconocemos. Para comprenderle son también indispensables las revelaciones arqueológicas.
Tercero.-Su texto puede estar viciado en alguna palabra ó concepto. Queriendo corregirlo le han profanado más. Prefiero a Avieno equivocado, que á los autores modernos interpretándole según el propio criterio de cada uno.
Cuarto.-Para comprobar sus importantísimas noticias geográficas, precisa, según mi sistema, partir de un punto conocido exactamente. En esta costa, el punto fijo es Jávea. Avieno describe de Occidente á Oriente, pero a falta de una meta indubitable hacia la parte de Altea (verso 462)…Hic terminus quondam stetit…, he buscado y encontrado otra en Jávea, positiva (verso 169)….Ad usque Cani praefluentis alveum….. Y partiendo desde aquí, en sentido inverso al seguido por Avieno, acoplo su descripción al terreno y me resulta exacta. En esta costa no hay más ruinas de poblaciones que las fijadas por Avieno, y son, en dirección de Levante á Poniente: Sicana civitas… HIC CIVITAS (anónima, pues no hubo tal ciudad Hemeroscopium)…. Civitas Ilerda….Herna civitas…, ninguna de las cuales corresponde á las existentes hoy en día.
Precísame abreviar, dejando para otra parte ú ocasión el refutar las opiniones que se opongan a lo expuesto, para lo que aduciré testimonios gráficos y pruebas incontrovertibles.
Abandonamos el peñón de Ifac a las diez de la mañana. Por el lado de Gallicant bajamos al paraje de las ruinas y proseguimos comprobando á Avieno (verso 475)…Littus extendit dehinc sterile arenae… “desde aquí se extiende la costa por arenas estériles…” Con un sol que reverberando en el suelo nos escalda, recorremos trabajosamente todo el arenal hasta las primeras estribaciones del Cabo Blanco, principio del Hemeroscopium (verso 476)….Hemeroscopium quoque….. “también el Hemeroscopio.”
Seguimos las ondulaciones de la costa, subiendo y bajando. Cada barranco es un horno; cada cuesta unas parrillas: ¡ fementida senda….! De trecho en trecho nos socorren con sus sombras algunos pinares; la brisa del mar nos libra de la asfixia; a medio día llegamos á los Morabits, nombre derivado del árabe Marabut ó Morabitos, que tuvieron los musulmanes en esta cumbre del cabo Blanco. Bernardo Font nos ofrece su casita, pintorescamente situada á la linde del mar y de un bonito pinar, que aceptamos para comer.
Recorrimos luego, como cosa de un kilómetro, hasta el santuario castillo de Moraira, derruido en parte. Defendió de moros el vallecito que se dilata hasta los cerros de Benitachell. Recorremos las dos calles, paralelas al mar, que constituyen el caserío de Moraira; en la de los Almacenes, arriba, paraje del Fortí, me tropiezo con algunos grandes sillares románicos, con piso de hormigón. También veo otros próximos á la iglesia. Contemplamos la tranquila y arenosa playa, y enderazamos nuestros pasos por el camino de Benitachell. Cruzamos este pueblo, pintorescamente colgado de un collado, a á las ocho de la noche nos hallamos de regreso en Jávea.
Hé aquí condensada en un artículo la materia para un libro.
JOSÉ ALBI-ROMANÍ
Socio corresponsal de Lo Rat-Penat
14, VII-11.
Lo Rat-Penat inició un excursionismo intelectual que desde Marzo de 1880 hasta Julio de 1911, les lleva a visitar más de un centenar de pueblos valencianos. Posiblemente, Calp fue uno de los últimos.
Andrés Ortolá Tomás
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