EL
PATRIMONIO URBANO DE LA OLIGARQUÍA BENISERA
A
FINALES DEL SIGLO XIX
BENISA
Y CALPE, 1893.
Por
José Luis Luri Prieto
Administrador
de Fincas Rústicas y Urbanas colegiado
Breve
reseña histórica
Inventario
patrimonial urbano de las cuatro familias acomodadas beniseras, Benisa y Calpe,
1893.
La disgregación del patrimonio urbano de las unidades familiares durante el
siglo XX: herencia y enajenación de inmuebles.
El
gran símbolo de las familias pairales beniseras es su casa en el estricto
sentido material, edificación de fachada noble sobre la que todavía hoy luce
en lugar destacado, como detalle ornamental, el escudo de armas familiar tallado
en piedra.
Si
la indivisión de la herencia había resultado ser la base fundamental sobre la
que se asentaban las posibilidades sólidas del patrimonio pairal, y por lo
tanto, la que dotaba de solvencia e influencia a este sector social
privilegiado, a partir de las disposiciones de las leyes de desvinculación de
Mayorazgos y la definitiva Ley de Abolición de Señoríos de 26 de Agosto de
1837, se experimenta una fragmentación en las unidades patrimoniales que estas
sagas habían ido consolidando y conservando durante generaciones, sujetas a una
verdadera razón de familia como si una razón de estado se tratara.
El
Mayorazgo fue una institución de derecho civil por la que el hacendado
constituía derechos y deberes sucesorios fijando bienes perpetuos a su familia
por orden de primogenitura. Así el primogénito, el hereu, se configuraba como
el eje central sobre el que giraba el círculo familiar; si a su cargo se
encontraba la administración y desarrollo del cuerpo patrimonial pairal, esta
autoridad se extendía a cuestiones de mera ética, atemperada si cabe por el
papel de su esposa, la Señora, que representaba un elemento de organización
interna de la Casa, de ponderación y auxilio espiritual, de educación de los
hijos, de unión y cohesión de la familia siempre de puertas adentro.
La
concentración patrimonial, por lo tanto, responsabilizaba al hereu de asegurar
el bienestar no sólo de los suyos sino de cada uno de los miembros de su
estirpe, por lo que se hacía indispensable administrar el patrimonio común
bajo dos premisas fundamentales. Primeramente la de generar unos ingresos
regulares que también fueran suficientes para mantener una vida decorosa,
acorde al lustre y relumbre de su clase. Y en segundo lugar la de cuidar que
dichos ingresos proviniesen de actividades que no entrañasen riesgo alguno y
que por lo tanto, no pudieran poner en peligro la integridad de los activos de
la casta.
Estas
premisas determinan un profundo sentido económico inmovilista de los cabezas de
clan y así huyen de entrar en cualquier negocio que pueda presuponer riesgo o
menoscabo. La tierra y los bienes afectos a ella se presentan como el objetivo
patrimonial primordial, no sólo por el marcado carácter agropecuario de la
economía comarcal, sino también por los mencionados aspectos de regularidad y
seguridad.
Las
innumerables fincas agrarias de la oligarquía benisera se explotaban
principalmente bajo los regímenes de arrendamiento y aparcería. El cabeza
delegaba en administradores y procuradores que gestionaban las explotaciones
defendiendo los intereses de su patrón con eficacia y diligencia. El amo
guardaba con caseros y aparceros una relación benefactora y condescendiente y
éstos, con una aceptada conciencia de clase, amoldaban su apodo y carnadura a
esa tierra y a esos lindes. La producción agraria se transformaba en las
propias instalaciones, bodegas y almazaras, propiedad del señor.
Por
otra parte, las casas de la villa también se encontraban rentabilizadas en
régimen de arrendamiento, siguiendo los principios reseñados en cuanto a
ingresos estables y seguros.
Como
hemos indicado, a lo largo del siglo XIX se experimenta un profundo cambio en
estas seculares estructuras de la propiedad familiar. Se acentúa la política
de alianzas familiares a través de convenientes enlaces matrimoniales que
vienen a fortalecer los patrimonios familiares que ya comienzan a desmembrarse
por la vía de la herencia. Los hacendados se ven obligados a abrirse a nuevos
proyectos industriales y comerciales en aras a promover nuevas fuentes de
ingresos. Como botón de muestra sirva la azarosa trayectoria de la banca local
"Abargues, Cabrera y Cía", cuya bancarrota da al traste con
importantes activos patrimoniales consolidados desde tiempo inmemorial.
Para
ilustrar estos aspectos del Patrimonio Urbano de las clases acomodadas beniseras
a finales del siglo XIX, hemos estudiado en profundidad los Censos de Bienes
Urbanos y Solares de Benisa y Calpe, confeccionados en 1893. El censo benisero
se encuentra depositado en el Archivo Municipal de Benisa y el censo calpino en
el Archivo Histórico Provincial.
Estos
documentos se realizaban, cómo no, con fines fiscales y nos muestran la
desigualdad social imperante en la época. Cabe reseñar como ejemplo palmario
que los 10 principales propietarios de fincas urbanas en Calpe suman un valor
fiscal de 32.600 pesetas resultante de las 45 fincas de las que son
propietarios, a la vez que las cuatro sagas beniseras estudiadas, los Abargues,
Andrés, Feliu y Torres, alcanzan la cifra de 222.900 pesetas, dimanante de las
tasaciones de 153 bienes de su propiedad. A los que se debiera añadir, y no son
objeto de este trabajo, los que pudieran poseer en otros términos municipales.
En
la actualidad siguen existiendo importantes diferencias patrimoniales en la
comarca, laboriosidad, azar y oportunidades dictan su sentencia, pero bien es
cierto que la cultura de la tierra, sometida antaño a los carcomidos criterios
de la productividad agrícola, ha dado paso a la nueva filosofía de los
logreros contemporáneos, desde el empresario riguroso al avispado regatón,
todos inspirados en el tráfico comercial que ha impuesto la eclosión del
turismo residencial desde entrados los sesenta.
Nunca
más se supo de esos viejos señores, hoy sus haciendas son ajenas y repartidas.
Como diría nuestro querido Gabriel Miró "eran cada uno señor
de veras: señor de montes, de los caminos, de las alcabalas, del bien y del
mal. Desde su heredad sabían lo que pasaba en Madrid. Su palabra era la voz del
mundo"...
Una
vez inventariado el vasto acervo inmobiliario de estas familias, estudiaremos
pormenorizadamente el devenir de las unidades patrimoniales que experimentan su
definitiva disgregación a lo largo del siglo XX, a través de las particiones
hereditarias y las posteriores ventas de los beneficiarios.
ABARGUES.-
Herederos
de Don Joaquín Abargues Domenech.-
Al
fallecimiento de Don Joaquín, sus hijas María y Josefa Abargues Torres
adquieren la nuda propiedad del cuerpo patrimonial en iguales partes indivisas.
Doña María Abargues Torres, casada con Don José Cabrera Bertomeu, fallece el
7 de Octubre de 1913 y en su testamento del mismo año instituye como herederos
a sus cinco hijos: Doña María, Josefina, Luisa, Clara y José Cabrera Abargues.
Doña Josefa Abargues Torres, casada con un prócer de los Rocafull, testa a
favor de su única hija, Doña María Rocafull Abargues según las disposiciones
de sus últimas voluntades.
Esta
unidad patrimonial se ha ido transmitiendo y vendiendo de forma escalonada
durante este siglo por los beneficiarios directos o sus descendientes, si bien,
alguno de los inmuebles fue vendido en el primer cuarto de siglo para hacer
frente a las deudas contraídas por la quiebra de la banca local.
Doña Josefa Abargues Domenech.-
Casada
con Don Antonio Vives Císcar, falleció el 29 de Diciembre de 1880 sin testar,
siendo declarada única heredera por auto judicial su hija Doña Luisa Vives
Abargues, religiosa profesa, que en religión se llamó "Sor Teresa".
Doña Luisa fallecería el día de San José de 1937, habiendo otorgado seis
años antes testamento en el que nombraba sus albaceas, facultándoles para
constituir una fundación que portara su apellido materno. Parte de este
patrimonio pertenece hoy a la Fundación Abargues, y el resto se ha ido
vendiendo a terceros por esta institución durante las últimas décadas.
ANDRÉS.-
Don Francisco Andrés Feliu.-
A
su muerte, acaecida en Valencia en 1910, los expresados inmuebles fueron
heredados de forma indivisa por sus hijos: Doña Josefa, Milagro, Dolores, Y Don
Miguel Andrés Torres. Éste último, a su vez, fallecido en Denia en 1936,
testó a favor de sus hijos: Doña Dolores, Milagros y Josefa Andrés Ferrando.
Realizada la participación y adjudicación de bienes entre estos descendientes,
el cuerpo patrimonial se vio desmembrado por ventas a terceros.
Doña Dolores Andrés Feliu.-
Sus
bienes patrimoniales son transmitidos a parientes y posteriormente enajenados
por sus propietarios.
FELIU.-
La Casanova de la familia Feliu
Don Joaquín Feliu Rodríguez de la Encina.-
Fallecido
Don Joaquín en Benisa el 22 de Julio de 1887 bajo disposición testamentaria
otorgada mancomunadamente con su consorte Doña Matilde Frígola Palavicino seis
años antes, instituyó como heredera a su única hija Doña Matilde Feliu
Frigola. Doña Matilde madre, I Baronesa De Rogel, practicó la herencia de
común acuerdo con el curador a pleitos de su única hija, menor de edad, a la
muerte de su esposo; la partición de bienes fue aprobada por auto judicial de
1888. Doña Matilde fallecía en Barcelona el 25 de Febrero de 1919 nombrando
única heredera a su hija. La II Baronesa de Rogel casó con Don Vicente
Ortenbach Sorlí y a su muerte, acaecida en Benisa el 6 de Julio de 1951,
instituyó como herederos a su esposo e hijos: Don César, Matilde, Natalia,
José, Carlos, Adela y María Ortenbach Feliu, en iguales partes indivisas.
Algún inmueble fue adjudicado directamente por la testadora.
Este
cuerpo patrimonial fue en su mayoría vendido por los Ortenbach o sus
descendientes durante la segunda mitad de este siglo.
Don
Celestino Masbou Feliu.-
Sus
bienes patrimoniales son transmitidos a parientes y posteriormente enajenados
por sus propietarios.
Doña
Mariana Feliu Abargues.-
Doña
Mariana era la madre de Don Francisco y Doña Dolores Andrés Feliu y en sus
disposiciones testamentarias sus bienes fueron incorporados al cuerpo
patrimonial de la familia Andrés que estudiamos.
Don
José Feliu Rodriguez de la Encina.-
Casa del Pla de Maura o de Feliu
El
8 de Julio de 1902 fallece Don José y sus bienes son heredados por su mujer e
hijos: Don José, Francisco y Doña Aurora. Los bienes son finalmente heredados
por los nietos del difunto, Don José, militar y Don Antonio, médico, Feliu
Cardona, siendo transmitidos a terceros por sus descendientes.
Doña
Carmen Feliu Abargues.-
Sus
bienes patrimoniales son transmitidos a parientes y posteriormente enajenados
por sus propietarios.
Don
Juan Feliu Rodríguez de la Encina.-
Don
Juan vende sus propiedades a finales de siglo, en su mayoría a Don Juan Beneito
Beneito, naviero y comerciante alteano. Algunos de los inmuebles son vendidos a
terceros o continúan bajo la titularidad de los descendientes Beneito.
TORRES.-
Don
Francisco Pascual Torres Andrés.-
De
este cuerpo patrimonial, al no haber descendencia, algunos bienes son
transmitidos por Doña Francisca Abargues Domenech a sus sobrinos: Doña Luisa
Vives Abargues y los hermanos Cabrera Abargues. Los bienes de Don Francisco, en
su gran mayoría, se adhieren a la masa patrimonial de Doña Mariana Torres
Orduña que a continuación estudiamos.
Doña
Mariana Torres Orduña.-
Fallecida
Doña Mariana pocos años después que su hija Doña Dolores Piera, y siguiendo
sus deseos manifiestos, funda en sus disposiciones testamentarias el Asilo de
ancianos de Nuestra Señora de los Dolores, de San Joaquín y Santa Ana,
incorporando a la institución los bienes afectos de la testamentaria. A finales
de los años gran parte de estos bienes son subastados por la Junta de Patronos,
en aras a la modernización de las instalaciones y servicios de la fundación.
Don
Antonio Torres Orduña.-
Los
bienes patrimoniales de Don Antonio son heredados por sus hijos: Don José y Don
Juan Torres Sala, y posteriormente vendidos por sus descendientes.
Don
Carlos Torres Orduña.-
Fallecido
Don Carlos en 1934, su masa patrimonial es repartida entre sus sobrinos, dado el
estado de soltería del testador. La mayoría de sus propiedades ya han sido
vendidas a terceros por los beneficiarios.
Doña
Clara Torres Orduña.-
Los
bienes de Doña Clara fueron heredados por sus hijas, aunque después de haber
sufrido una muy importante merma, dado que las principales fueron subastadas
públicamente, es el caso de la heredad de Terra Gaspar, para hacer frente a las
deudas contraídas por la quiebra de la banca local, Abargues, Cabrera y Cía. ,
De quien Doña Clara era avalista.
CONCLUSIONES.-
-
La división de bienes y la herencia se presentan como los elementos
precipitadores de la desconcentración patrimonial de las familias beniseras de
abolengo, proceso que comienza a mediados del siglo XIX y se verifica durante
todo el siglo XX.
-
Los bienes inmuebles que conforman las casas de labor van lógicamente anejos a
las fincas rústicas que se encuentran en explotación agrícola. La baja
rentabilidad de los arrendamientos de estas fincas produce una venta masiva de
estas propiedades por los nuevos herederos, en la mayor parte de los casos,
transmitidas antes de que se produzca el febril fenómeno de la urbanización
residencial.
-
En la actualidad son contados los inmuebles que se encuentran bajo titularidad
de herederos o descendientes de los hacendados originales.
-
Desvinculada la tierra del trinomio histórico "Hacienda: trabajo:
productividad agraria", los nuevos tiempos incorporan el concepto
"Comercio: máxima plusvalía: mínimo tiempo" que genera la eclosión
de los nuevos ricos de nuestro último tercio de siglo.
-
El efecto de la herencia y la racionalización del proceso urbanizador impondrá
una nueva disgregación patrimonial durante las nuevas generaciones.
FUENTES.-
-
Archivo Municipal de Benisa.- Censo de edificios y solares, 1893. Benisa.
-
Archivo Histórico Provincial.- Censo de edificios y solares, 1893. Calpe.
-
Registro de la Propiedad de Benisa y Calpe.
-José
Luis Luri ha realizado un complejísimo estudio de todas las viviendas
rurales del término de Calpe.
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