Los orígenes de esta singular edificación se nos
han presentado siempre inciertos, su estratégica situación en lo alto
de la colina dominando toda la campiña calpina fue uno de los motivos
que impulsó a sus propietarios, posiblemente a mediados del siglo XVII,
a construir una casa a modo y semejanza de las antiguas masías tan
comunes en Cataluña. Estas edificaciones solían estar construidas con
unas importantes defensas ( eran tiempos aquellos de piraterías y
bandolerismo) para resguardarse de los posibles asaltantes. Solían ser
autosuficientes. En el caso que nos ocupa y es opinión del que
suscribe, creo que los Feliu fueron los constructores de la Casa
Nova, a pesar de que en estos momentos no
estoy demasiado seguro a tenor de cotejar
la opinión de mi buen amigo e
investigador José Luis Luri.
Pienso que en su día fue motivo y noticia la construcción de una casa
de estas características y que los calpinos empezaron a hablar de esta
casona como la Caça Nova refiriéndose a la novedad que esta
construcción representaba.
No podemos cifrar con exactitud en que años se
construyó la casona. Lo que sí parece claro es que su construcción es
de la época de la repoblación, producida esta por la expulsión de los
moriscos en 1609. Si la familia Feliu fue su constructora, tendríamos
que uno de los posibles sería Juan Feliu Bertomeu (1610) casado con
Beatriz Bañuls o su hijo José Feliu Bañuls (1640?) o su nieto Miguel
Feliu Gavilá (1670?).
Ahora
bien, a todo lo expuesto cabría añadir
nueva información proporcionada por José
Luis Luri que nos cuenta;
Los orígenes de la más particular
edificación histórica de Calpe, la
Casanova, masía fortificada de imponente
y sobria presencia, se encuentran ocultos
tras las sombras de la historia por la
falta de testimonios en protocolos
notariales u otras evidencias documentales.
No
se puede fijar con certeza su fecha de
erección y tampoco parece existir
unanimidad entre los especialistas sobre
su data aproximada ya que éstos
indistintamente la sitúan bien en el
siglo XVII o el XVIII atendiendo a
puntuales detalles constructivos. Sus
propias características arquitectónicas
difieren sensiblemente de las
habitualmente observadas en nuestro medio
rural; la morfología responde a la típica
de la masía catalana, con recia fábrica
y sobrios aditamentos, marcada por las
huellas indelebles del paso del tiempo,
sucesivas reformas y ampliaciones.
Para Lampérez la masía era una casa de
labranza, un tanto pobre en la montaña y
más rica en el llano, desarrollándose
por grados, desde la sencilla payesa hasta
la magnífica casa señorial. Seijo, en un
extenso y meticuloso estudio sobre la
vivienda rural alicantina, afirma que
nuestras masías son modestas y su
rusticidad alcanza a veces el grado de
pobreza manifestada en su configuración
exterior como en su vestimenta. No opina
del mismo modo sobre la Casanova calpina,
y escribe:
"Como puede observarse se trata de
una casona pétrea, levantada sobre una
loma, al noroeste del Peñón de Ifach,
muy cerca del mar, lo que le concede mayor
originalidad a su emplazamiento. Está
construida de mampostería bien aparejada,
llegando, en trozos de lienzo, casi al
sillarejo. Sus ángulos son de sillares,
como así mismo las ventanas, el matacán,
situado en la segunda planta sobre la
puerta de entrada, y la cornisa. La puerta
de entrada es de medio punto y de sillería
(dovelas), y no falta tampoco alguna
aspillera, como podemos notar en la parte
media derecha del frontis. Se trata, pues,
de un bello edificio."
La
siguiente afirmación de Seijo no es
gratuita:
"Es un caso sorprendente.
Es extraño hallar una masía en la zona
del típico "riu-rau" de la
Marina Alta, pero la excepción marca la
regla".
La Masía perteneció desde antiguo a la
noble y acomodada familia Feliu de Benisa.
El testimonio escrito más lejano en el
tiempo sobre esta titularidad nos la
ofrece el botánico Cavanilles, en sus
Observaciones..., publicadas a finales del
siglo XVIII, 1792, cuando expresamente la
señala como "casa de campo de Don
José Feliu" (José Feliu Ivars, de
37 años de edad), usándola como hito y
referencia visual al situar los parajes
excavados próximos a los Baños de la
Reina.
El
objeto de la presente addenda es el de
ofrecer una serie de argumentos que
sustenten nuestra hipótesis: que la bella
aunque adusta casona de la Casanova fue la
primitiva casa solar de los Abargues
aragoneses establecidos en Calpe a
mediados del siglo XVI.
Señaladas las especificaciones básicas
constructivas, apelaremos a su simple
denominación: existe un buen número de
masías y casas payesas, situadas en
Cataluña, que comparten igual nombre:
"Casa Nueva, Casa Nova",
edificación sustitutoria de otra, bien en
el mismo emplazamiento o en otro
diferente.
Los
Abargues aragoneses -Cataluña pertenecía
al Reino de Aragón- estaban distinguidos
noblemente como ricohombres y barones. Según
los tratados de antigua nobleza aragonesa,
el ricohombre de naturaleza era el
poderoso y gran hombre que "poseyendo
lugares, que les daban rentas suficientes
para mantener en campañas crecidas
tropas, lo que designaba el caldero que
ponían en sus escudos de armas, al modo
que el pendón significaba también su
mando militar; por eso eran llamados de señera.
Eran los ascendientes de aquellos Nobles
Antiquísimos que gobernaron en aquel
tiempo en que aun no se había elegido
nuevo Príncipe después de la triste pérdida
de España. Estos eran tan poderosos en la
Corona de Aragón, marchaban acompañados
de tantos Caballeros, que servían baxo su
mando y sueldo, y en fin se presentaban
siempre con tal pompa y lucimiento, que
parecían iguales à sus Monarcas, tanto,
que llegaron a darles zelos". El título
de Barón confería un alto grado de
Dignidad, propio de "los primeros
hombres ò Magnates", con jurisdicción
civil y criminal sobre sus feudos. Además
de las Baronías solían señalar los
Reyes a los ricohombres en premio de sus
servicios algunas villas y lugares, con
las rentas que pertenecían al Real
Patrimonio o los derechos impuestos sobre
ciertos bienes.
Así los ricohombres aragoneses llegaron a
pretender con demasiada vehemencia, que
debía el Rey guardar en tierras
valencianas el mismo estilo de gobierno
que en Aragón, y así se les concedió
algunas villas con la facultad que se
gobernasen por los fueros de este Reino.
El
primer Abargues nacido en Calpe,
beneficiado por la donación de tierras
del Emperador Carlos, fue Don Pedro
Vicente Abargues de Arto, casado con Doña
Úrsula Catalá, de Jávea, hijo de Don
Juan Abarca de Gurrea, tercer Señor de la
Baronía de Garcipollera, Acín, la Rosa,
Bergosa, Sasal y Palacio de Jaca,
caballero ricohombre al servicio de Carlos
V en la campaña de Argel. (1541).
La donación, pues, sólo pudo ser de
tierras principales, ricas en
aprovechamiento agrícola y de extensa
superficie, propiamente adecuadas a los
merecimientos estrictos del donatario, sin
menoscabo de su elevada posición social y
su hacienda. Pocas dudas nos caben para
afirmar que esas heredades sólo podían
ser las de los "Plás de Calpe",
dedicados desde tiempo inmemorial al
cultivo de la viña por la calidad y fondo
del suelo.
Ocupando sus nuevas tierras los muy
distinguidos vecinos necesitarían
aposentarse en un marco material acorde a
su estilo de vida, acomodándose a las
circunstancias físicas y sociales de su
nuevo solar. El recinto amurallado de la
villa, en permanente deterioro, mal defendía
a los humildes pescadores cristianos y a
los labradores moriscos alojados en la
morería adyacente de los continuos
peligros motivados por las agresiones piráticas,
conflictos bélicos, bandolerismo y
delincuencia rural. En 1545 el Virrey de
Valencia, Duque de Calabria
consideraba edificar defensas en el
lugar de Bernia para evitar que los nuevos
convertidos al cristianismo pudiesen
hacerse fuertes como en tiempos de las
germanías. En 1561 el Rey toma conciencia
de la grave situación de las tierras de
la Marina y encarga al arquitecto
Antonelli, planificador del pantano de
Tibi, la edificación del llamado Fort de
Bernia para salvaguardia de la línea
costera.
La
familia Abargues, pues, debió de proceder
a la construcción de una "casa
nueva", -no carecería de proyecto técnico-
diseñando dependencias amplias y
confortables para la vida cotidiana de su
noble estado, con los corrales, eras,
pajares, graneros, cambras, cisterna y
bodegas necesarios para integrar un centro
de producción y almacenamiento de frutos,
y con el suficiente espacio para albergar
permanentemente guardianes, braceros,
pastores y servidumbre. El emplazamiento
idóneo sería una lugar con posición de
atalaya que permitiese el mejor
avistamiento marítimo y de los puntos de
guardia de la costa; cercano a sus
posesiones territoriales, y lo
suficientemente alejado de la pobre
realidad de la fortificación amurallada
de la villa y sus habitadores.
La edificación de la flamante casa solar
debió de reunir unas características
arquitectónicas similares a las propias
de su lugar de procedencia -este punto
explicaría la singularidad de su fábrica-
con todos los elementos de defensa
necesarios para repelar eficazmente
cualquier agresión externa. Por los
nuevos rangos introducidos con su irrupción
en la vida social y administrativa calpina
de ese tiempo, los cargos de batle y
justicia de Calpe, requeridores de la
costa, miembros de la Santa Inquisición,
recaerían pronto entre sus máximos
representantes familiares.
La terrible devastación de la villa de
Calpe por los piratas argelinos el 3 de
Agosto de 1637, concluyó con el expolio
de la población y el traslado a Argel de
290 personas entre hombres, mujeres y niños.
10 fueron los calpinos muertos. Un informe
del Virrey al Monarca, seis días después,
afirmaba que saqueado el lugar sólo había
quedado en él un hombre y una mujer.
Muchos cabezas de familia serían
liberados hacia 1643, tras el pago de
rescate, parte del cual fue hecho efectivo
por Don Jayme Estevan Abargues -justicia
que no fue hecho preso- quien redimió de
su propio caudal a toda su familia, hasta
sus criados y criadas, expidiendo más de
siete mil pesos. Este decisivo suceso y la
traumática experiencia familiar, bien
pudieron ser los detonantes que
convencieran a los Abargues a erigir la
casa fortaleza de la Casanova, en el
supuesto de que, hasta esa fecha, nuestra
Masía no hubiese sido construida. Esta
posibilidad situaría su data de
construcción entre 1645-1650.
A
mediados del siglo XVII los Feliu de
Benisa se encontrarían relativamente
guarnecidos en la villa vecina,
distinguidos como "ciudadanos
honrados", titulación nobiliar menor
y distintiva de los demás plebeyos, cuyo
decente estado y buena conducta les
facilitaba el acceso al gobierno económico
y administración de justicia. La
ejecutoria de Nobleza de esta familia se
adquirirá en privilegio de Hidalguía en
1793. Parece muy poco probable que la
familia Feliu, instalada en Benisa,
precisará de un edificio fortaleza de tan
importantes dimensiones y cómodos
aposentos para el único destino de una
casa de labranza; y aún menos que tales
dispendios se hiciesen para alojar en ella
a un simple casero o administrador
permanente.
Un
siglo después de su llegada a Calpe, el máximo
representante familiar masculino de la
familia Abargues calpina, Don Juan
Abargues Abargues, hijo de primos
hermanos, casa con la benisera María
Torres, nieta del originario Gobernador de
Murla Don Luis Juan Torres Llácer. Este
primer enlace abre paso a las posteriores
alianzas matrimoniales con miembros de
acomodadas familias beniseras que terminarán
por trasladar la casa solar Abargues a la
villa vecina. Esta circunstancia y la
permanente inseguridad física de la vida
calpina terminarían por decidir este
cambio de residencia.
Así, el primer hereu Abargues nacido en
Benisa, (1720), fue Don Juan Abargues
Eximeno o Gimeno, de padre calpino y madre
de Bocairente, casado con Doña Pascuala
Sala Bañuls, de hacendada familia
pegolina, progenitores a su vez de Don José
Abargues Sala, nacido en Benisa en 1754 y
casado con Doña Francisca Feliu.
Durante el transcurso de esta última
centuria, mediados del XVII a mediados del
XVIII, se concretará la nueva estirpe
eminente y prominentemente benisera,
quedando en tierras de Calpe el resto de
los descendientes Abargues procedentes de
la primigenia raíz aragonesa, - los
ascendientes de los actuales
"Avargues calpinos"-en situación
social y económica sensiblemente más
desfavorecida por la generacional
concentración de patrimonio familiar en
la línea de primogenitura.
Durante
el siglo XVIII encontramos numerosos
antecedentes de transmisiones -por venta,
donación o permuta- de propiedades rústicas
y urbanas desvinculadas de grandes
unidades patrimoniales familiares. Nuestra
hipótesis se fundamenta en este hecho, y
opinamos que la Masía de la Casanova,
quizá entonces engalanada con el escudo
de armas familiar labrado en piedra sobre
su fachada, fue adquirida por los Feliu
beniseros.
Las principales tierras que rodean la
heredad de la Casanova y los Plás anejos
a esta Casona han pertenecido a los
descendientes Abargues beniseros hasta
bien entrado el siglo XX, siendo de los
Feliu las fincas pertenecientes a la Masía,
hasta esta fecha. En 1747 se construye la
Masía de la Cometa, 30 años después de
su ermita, edificación rural de más
reducidas dimensiones y sin aditamentos
defensivos comparables, que se constituyó
como el punto de lugar y almacenamiento de
la producción de los llanos y fincas al
norte de las tierras de la Casanova. Los
descendientes Abargues procedieron a la
venta escalonada de estas heredades también
a mediados del siglo XX.
Es el mismo caso que la Casa del Enchinent,
en este caso al sur de la Casanova,
edificada en el siglo XVIII, aneja a los
viñedos y ricos terrenos del Enchinent,
Sort, Senieta y Plá del Mar, también
propiedad histórica de los Abargues
calpinos. A excepción de la finca de la
Manzanera, las tierras de Calpe
pertenecientes a los Feliu beniseros se
concentraban en las cercanías de la Masía
de la Casanova, y rodeados por las
extensas heredades de los Abargues
locales.
Por todo lo expuesto, sólo nos queda
llevar la cuestión a su forma pasiva. Si
los Abargues no fueron los dueños
originarios de la Masía, ¿dónde
habitaron, en qué emplazamiento? ¿Es
probable que lo hicieran en una casa señorial
que no pudo resistir el paso del tiempo y
resultó desaparecida? ¿Es admisible que
esta acomodada familia permitiese la
decadencia y ruina de su casa solariega?
De aceptar este hecho y el de que la
Casanova siempre perteneció a los Feliu
beniseros, sólo podríamos plantear la
posibilidad de que la originaria mansión
de los Abargues fuera la bien conocida
Casa del Enchinent, de amplias
dimensiones, relativamente cercana a la
villa y al Saladar, lo que también nos
permitiría suponer que nuestra preclara
familia local pudo estar involucrada en la
importante explotación y administración
salinera de aquel tiempo.
Con todo, la reciente rehabilitación
practicada por nuestro Ayuntamiento sobre
la estructura de la antigua Masía de la
Casanova, ha permitido salvarla del
inquietante estado ruinoso que presentaba
pocos años atrás. Crucemos los dedos
para que la culminación de las obras se
haga con el debido consejo y máximo
respeto a sus características y
singularidades originarias, con los
pertinentes medios económicos que
permitan una renovación adecuada a la
altura de su valor histórico y
sentimental afectivo.
Si
las piedras pudiesen hablar nos relatarían
los innumerables sucesos que oculta
celosamente su anatomía atemporal, crónica
de siglos, de hombres y circunstancias,
que el impotente observador demanda al
situarse ante ella envuelto por el
silencio que sólo rompen ocasionalmente
los silbos oceánicos del viento.
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