De Correos y Postas
Desde tiempos
remotos, el hombre ha necesitado de comunicarse a distancia con sus semejantes,
ya por medio de comisionados verbales al uso como por mensajeros portadores de
envíos por escrito. Será en 1505 cuando Felipe el Hermoso, esposo de Doña Juana,
otorgue a Francisco de Tassis, en arrendamiento, el servicio de correos entre
España y Flandes. Se inicia entonces el establecimiento del servicio de postas
que une los lugares en donde reside la Corte española con las principales
ciudades de Europa.
El servicio de
postas exige una organización compleja y eficiente. En los primeros años del
siglo XVI las postas estaban al servicio exclusivo del rey. Hacia 1580, en
Castilla, se generaliza el uso del servicio de correos pudiendo utilizarlo los
particulares. Es entonces cuando nacen las estafetas que es un servicio que
consistía en que los postillones trasladaban la correspondencia de los
particulares de una posta a la siguiente con lo que el recorrido de cada
mensajero se reducía considerablemente. De esta forma, a principios del siglo
XVII se encontraban unidas postalmente por el sistema de estafetas Valencia,
Zaragoza y Barcelona; además, desde Madrid había correo semanal utilizando el
mismo sistema hasta Zaragoza, precisándose de cuatro días para llegar a
Barcelona. Desde Madrid a Valencia se tardaba otros cuatro días.
Todo esto viene
a demostrar que durante los siglos XVI y XVII existe en España un servicio de
postas bien establecido. Pero el servicio de postas no es sólo utilizado por los
reyes y funcionarios reales sino que también es utilizado por algunos
particulares, pero por su carestía quedaba reservado a pocas personas.
Debido a los
viajes por la posta, durante el siglo XVI hubo un aumento importante de las
velocidades. Las velocidades de marcha de coches y a caballo eran de unas 8
leguas al día. Los caminantes, por lo general, hacían 5 o 6 leguas diarias. El
coste de los viajes por la posta era de 6 reales por legua a los particulares y
4 reales a los correos del rey.
Desde 1750 se
impone la racionalización de las tarifas, se instituye el reparto a domicilio,
se crea el oficio de cartero, las bocas de buzones en las estafetas, la
introducción de los primeros distritos postales y la mejora la red viaria,
reformas entre otras que auguran la modernización del servicio postal español.
En núcleos rurales dispersos, alejados del servicio convencional, se organizan
puntos de entrega de los envíos, los llamados “apartados de correos”, donde
acuden carteros o destinatarios a retirar personalmente la correspondencia.
Los primeros
sellos de correos –isabelinos- comienzan a circular el 1 de enero de 1850. Un
año después se normaliza el servicio de correos, Alicante-Denia, con entregas
tres veces por semana. El trayecto se cubría en 18 horas.
A partir de las
disposiciones del gobierno de la república en 1873, se había instaurado el
servicio de correos Alicante a Denia que por primera vez hacia entrega de cartas
y periódicos en Calpe y Benitachell. La conducción se realizaba a caballo,
recorriendo los 110 kilómetros del trayecto en 19 horas, incluidas las
detenciones. La multa por retrasos ascendía a 25 pesetas. A fin de asegurar un
buen funcionamiento de esta importante prestación, la administración principal
de correos de Alicante estableció los puntos donde debían de verificarse los
cambios de caballerías mayores. El contratista también se veía obligado a
conservar las maletas en buen estado, libres de humedad y deterioro.
A partir de 1880
el servicio de viajeros y correos pasó a ser cubierto por una compañía de
diligencias que partían desde Ondara con dirección a la capital. Las protestas
de los usuarios eran continuas por la falta de puntualidad en los horarios de
salida y llegada y por el deplorable estado de las tartanas, sucias y
deterioradas, que en muchos casos adolecían de cristales, hecho que sometía al
pasaje a sufrir las circunstancias meteorológicas adversas y a padecer las
polvaredas ocasionadas por la sequedad de los caminos.
El primer
nombramiento oficial de cartero de la población del que tenemos conocimiento es
del año 1891, en la persona de Joaquín Sapena Narbó, “el Paquero”. Para recibir
sus credenciales, el funcionario debía de aportar su propia caballería y armas
de defensa; al mismo tiempo que gozar de una mínima renta anual establecida.
Unos años más tarde, en 1898, el servicio es prestado por Miguel Bordes Ausina,
“el Calvo” quien lo hará hasta bien entrado el siglo XX.
Las dificultades
económicas del consistorio eran tales que la administración municipal se vio
obligada a anular el sueldo del responsable de conducir la correspondencia,
desde la venta del Cañero a la villa y viceversa, Andrés Femenía Boronat, quien
renunció a realizar esta función al ver suprimidos sus emolumentos.
En 1905 el
servicio no había mejorado en demasía, y era cubierto por la empresa de coches
diligencia del Vergel, que prestaba comunicación hasta la capital alicantina.
Las quejas eran constantes en cuanto al precio del pasaje, rapidez y calidad de
los vehículos. Pequeños empresarios de Benisa, y Altea se combinaron para
ofrecer una asistencia alternativa a lo que la compañía del Vergel respondió con
fuertes reducciones en los precios. Eliminada la competencia de pasajes, éstos
fueron debidamente incrementados. El horario de las diligencias provocaba
continuas molestias y gastos a los viajeros pues las interminables paradas del
trayecto establecían su duración; de Calpe a Alicante, a unas doce horas en el
mejor de los casos. El precio del billete excedía las 4 pesetas.
Hasta la
instalación del trenes en 1915, el transporte de la correspondencia lo realizaba
la diligencia, que pasaba por la Venta de la Cañera sobre las tres de la
madrugada en dirección a Alicante y procedente de Vergel, hasta cuya localidad
eran transportados el correo y los pasajeros en el tren Valencia- Denia. A las
doce de la mañana hacía su llegada a Calpe otro coche en sentido contrario. El
encargado de recoger y llevar la saca de la correspondencia desde la población
subía andando a dicho lugar con su bolsa de cuero y una media de veinte cartas
diarias. Disponía el operario, frente a la venta, de una pequeña garita para
guarecerse de la lluvia y otras inclemencias del tiempo mientras esperaba la
llegada del carruaje.
La apertura de
la primera estafeta calpina de correos con categoría de Administración, se
verifica en la posguerra, concretamente en 1946, establecida en la calle de
Paternina nº 35, casa de la Tía Magdalena “Chocolate” ( Magdalena Sala Pérez).
Hasta este año, y desde la década de los 20, el servicio había sido prestado por
Pedro Sala Rodrigo, Pedro “el Cartero”, quien habilitó una pequeña vivienda en
la hoy calle Generalísimo como centro de entrega y recogida de la
correspondencia.
En 1954 pasaron
las oficinas de la Administración a la Plaza de Miguel Roselló nº 7 y años más
tarde al entresuelo del edificio Cóndor de la Av. de Ifach nº 2, trasladándose
en 1986 a la calle 18 de Julio nº 1. Antonio Ferrer Such, “el Carteret”,
aventajado actor cómico en las producciones locales, será el último cartero al
uso en la Villa de Calpe hasta la irrupción de los modernos servicios postales.
José Luis Luri Prieto
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