lunes, 17 de octubre de 2022

La vida en la Casanova

La vida en la Casa Nova a finales del siglo XIX Así como el origen de esta singular casona se nos antojan muy antiguos. Quizás de mediados del siglo XVII, nada sabemos quien o quienes fueron los constructores de esta masia- un caso único en nuestra comarca-se ha especulado sobre los primeros propietarios; Ver.. http://historiadecalp.net/casanova.htm El motivo de este modesto artículo no es incidir sobre lo ya manifestado por José Luis Luri y Andrés Ortolá sobre la Casanova. Hace poco, en una conferencia que impartió nuestro amigo Teo Crespo (Teo es doctor en historia) nos explico la vida en esta masia a través de unas cartas escritas por una de las propietarias que vivió en la casa a finales del siglo XIX. El interés de estos escritos nos llevo a buscar la revista y conseguir los textos completos La lectura de estas dos cartas que ella escribe a una amiga imaginaria, las publica en la revista para señoritas La Moda Elegante Ilustrada que había en aquellos años. Las cartas llevan por título: Cartas de una lugareña, y la autora es Matilde Frigola y Palavicino, nacida en 1844 y casada (en 1862) con Joaquín Feliu y Rodríguez de la Encina, propietario de la casa. Cartas de una lugareña Mucho agradezco, querida A…..la brillante descripción que de los baños de Santa Águeda me haces; descripción que esperaba con afán, porque además de la mucha curiosidad que tenía por conocer aquel establecimiento, daba por supuesto lo satisfecha que tu carta había de dejarme respecto á la manera de describirlo. Justo es que, á cambio de tu fineza, te relate, á mi modo, el género de vida que llevo en este rincón de la Marina, para que notes el singular contraste que forma con tu existencia fashionable. La señora de pueblo lleva en esta época sobre si la mayor tarea del año; pues, ocupado su marido en la recolección de los frutos, y ausente por este motivo todo el día de la casa, quedan á cargo de su mujer el sinnúmero de atenciones y cuidados propios de la estación. Al amanecer ya me tienes levantada, procurando que todo comience á marchar con la regularidad necesaria, para que el tiempo no se desperdicie; pues aquí, como e Inglaterra, el tiempo es oro. Están los patios de mi casa llenos de almendras, y varias mujeres ocupadas de despojarlas de la corteza, para luego amontonarlas en el desván. Estas mujeres, jóvenes en su mayoría, trabajan todo ela año para la casa en las faenas del campo. Empiezan en Enero escardando el trigo y la cebada; azufran después las viñas de moscatel; siegan las mieses; recogen las almendras, les quitan la piel y más tarde las parten para venderlas. Por Agosto, cuando escaldan la pasa, permanecen junto á ella dos meses enteros, y después de seca la encajonan para remitirla á Londres; se ocupan luego en la vendimia; recolectan las algarrobas y el maíz, y terminan las tareas del año recogiendo las aceitunas. Como ves, el trabajo es rudo, y sin embargo, las pobrecillas sólo ganan dos reales de jornal. Así es que un pedazo de pescado seco, pedazo nunca tan grande como su apetito lo deseára, y medio pan muy negro, constituyen la comida y hasta la cena habitual de todas ellas. Son además un plantel de criadas en ciernes; pues cuando una de las nuestras se casa ó la despedimos, se elige entre áquellas la que ha de reemplazarla. Sucede con esto que, sea porque viven con la esperanza de formar un día parte de nuestra familia, sea por gratitud, todas ellas son ahora fieles, laboriosas y amables. Terminada esta pequeña digresión, continúo enumerándote mis ocupaciones. Después de dar por la mañana las oportunas órdenes á la cocinera para la comida del día, me ocupo en escoger la fruta más sana que traen del huerto, para entrar por la tarde en la cocina y dirigir la confección de los almíbares; prevención sin la cual careceríamos de este postre en el invierno. Otras veces me dedico, ya á formar vistosas guirnaldas de rojos pimientos para que el sol los seque, ya en colocar los higos secos en sus cajas, ya disponiendo que cuelguen de las vigas los ligeros racimos de uvas, ó los pesados melones, ya preparando la salazón para las aceitunas, ó el adobo para las anchoas, ya previniendo que suban á la azotea el trigo para que se oree: Añade a este el sinnúmero de recados que llegan del riu-rau (1). Unas veces piden capazos para colocar la pasa, otras la báscula, otras la sosa para la lejía, los capazos para escaldar, etc., etc. Encargos y recados que sólo el ama de casa puede recibir y proveer. (1) Palabra valenciana que sirve para denominar el cobertizo que guarece la pasa de la inclemencia del tiempo. Si el tiempo es bueno, todo puede soportarse; mas si los días son nublados ó lluviosos, ¡ qué de carreras al ver llegar una nube, qué de apuros¡ Las mujeres que hay en la casa corren á ayudar á los del riu-rau y entran los cañizos, sobre los que esta extendida la pasa: cada dos de aquellas entran cuatro de de estos en el riu-rau: cuatro cañizos, que suponen doce arrobas de peso, si está fresca, ¡ que suspiros, cuantas lamentaciones¡ “¡Se perderá la pasa, dicen: adiós, cosecha¡” ¡Virgen santa¡ añado yo. ¡Y la casa llena de almendra, cuya cáscara verde fermenta ya, y el fruto comienza á padecer! Todo lo que está oreándose en el terrado tiene que entrarse precipitadamente: no admite demora la operación, y la gente de que dispongo apenas basta: entonces se lucen las habilidades de cada uno: quien carga sobre su cabeza dos espuertas de trigo: quién coge una de almendra bajo cada brazo, y yo allí presenciándolo y dirigiéndolo todo, ora temblando por ellas, ora por los frutos. Pasa la borrasca y vuelta á colocar cada cosa en su sitio; unas veces contentas porque aquélla se redujo á un susto, y otras exhalando profundos suspiros al contemplar los frutos mojados y el cielo ceniciento y triste. Por fortuna este trajín no dura más que una temporada, y el resto del año trascurre y se desliza suavemente entre los cuidados de los hijos, la costura, las visitas, algo (¿ y cómo no ¿) de chismografía del pueblo y la misa de once los domingos. Como ves, la vida que llevo participa de todo un poco, lo cual requiere una espacialísima educación en la mujer, pues además de saber estar en sociedad y ser ama de casa, como lo eres tú, hay que aprender los mil detalles de la dirección y gobierno de una granja. Yo, querida mía, lo he aprendido á duras penas, porque llegué aquí cuando contaba ya diez y siete años, y llegué sabiendo de estas cosas tanto como sabe ahora mi hija, que sólo cuenta cinco. Es decir, nada. Para conseguir, pues, que esta niña pueda reemplazarme, si muero yo, ó al casarse se ve obligada como su madre á vivir en un lugar, hemos decidido su padre y yo que pase en Valencia los inviernos en un colegio, y los veranos presenciando y dirigiendo conmigo estas tareas, que tanto entretienen y que tan grandes utilidades reportan á la casa. Esta educación heterogénea coloca muchas veces á las señoras de pueblo en situaciones difíciles y hasta ridículas, pues conservando maneras y trato distinguido, hay que ser labradoras activas é inteligentes. Ocurre, pues, con frecuencia ver al ama de casa que para inspeccionar la comida entra en la cocina, remangándose la prolongada cola del vestido, ó saca de la despensa tocino y garbanzos, cuidando de que las puntillas de sus dobles y triples mangas no se pringuen y se ajen, ó baja á la bodega con el criado, y se ve precisada á detenerse en la puerta, por miedo de que las arañas hagan presa en su peinado de tres pisos, ó que con la humedad resbalen los altos tacones de sus botas, dando con ella en el suelo. Esto respecto al traje, pues en cuanto al trato social, lo que sucede aquí es verdaderamente lastimoso. Diez ó doce familias, que constituyen la aristocracia del lugar y á quienes unen entre si estrechos lazos de parentesco, pasan la vida haciéndose cumplidos y reverencias, como pudiera suceder en la corte, entre príncipes. No hay, pues, intimidad alguna: visita hecha, visita pagada, y teniendo en estas gran de que ni las palabras, ni áun los gestos, dejen traslucir el menor detalle de la vida intima, detalle muchas veces conocido de todos, pero del que nadie se da por entendido. Esta diplomacia es tanto más desagradable, cuanto que se trata de personas amables, ilustradas e inteligentes, que, viviendo unidos y en familia, serian ellos y harían á los demás felices. Esta es la historia de todos los pueblos; reunen y acogen las molestias de la ciudad, y privan de la franca y alegre vida del campo. Otro día contaré las mejoras que hemos introducido en la casa nova para llevar á efecto nuestro plan de residir en la campiña gran parte del año. Espero que vendrás á hacernos alguna visita en la temporada de baños de mar. Ya sabes que se toman allí muy agradablemente y que el clima es delicioso; y aunque esto no ofrezca para ti grandes atractivos, confío en que lo harás gustosa por los que tu presencia ofrece á tu amantísima. MATILDE F. Benisa, 10 de Septiembre de 1877 La segunda carta la escribe Matilde el 29 de Diciembre de 1877 Publicada en el número 3 de la revista la Moda Elegante correspondiente al 22 de Enero de 1878, y dice así: Te ofrecí, querida A……., seguir escribiéndote en mis cartas las costumbres de este país, y claro está que, aunque trivial el asunto, he de cumplir mi promesa, si no quiero pasar a tus ojos por perezosa é informal, calificaciones siempre duras, áun cuando sean merecidas. Nada me agrada tanto como hablar del campo, y es porque en ninguna parte hallo la dulce y tranquila paz que en él disfruto, ni nada me invita tanto á meditar como la sábia y pródiga naturaleza. Te decía en mi última que habíamos llevado a cabo grandes mejoras en la Casa nova, con la idea no solamente de pasar las temporadas de verano, que tantos atractivos tienen con la vida de abandono y soledad que allí se goza, sino también alguna parte del invierno, pues a pesar de la belleza y animación del verano, soy muy amante del campo y voy á el de mejor gana en la época de los fríos. Me explicaré: en el verano, y sobre todo en estas provincias del Mediodía, apénas si se llega a disfrutar de los placeres del campo, pues solamente se puede abandonar la casa después de puesto el sol, ó bien cuando todavía no ha salido, es decir, al amanecer; lo cual trae consigo el gran inconveniente ( para muchos) de tener que madrugar, y el riesgo por las tardes de contraer unas intermitentes, si el afán de respirar el aire fresco nos detiene más de lo regular al relente del crepúsculo. En cambio, en el invierno sucede lo contrario; como el clima es aquí tan benigno, se puede estar todo el día al aire libre, sin que llegue a molestar jamás el frío; y como llueve muy poco ( lo cual no deja de ser una desgracia para los campos, y por consiguiente para los labradores), resulta que la estación no ofrece sino atractivos. Atmósfera templada, brisas suaves, sol esplendente, siempre variada perspectiva del mar, cuyas orillas besan la colina sobre la cual esta nuestra vivienda situada; el valle fértil que nos rodea, las montañas, cuyas escarpadas cumbres parecen tocar el cielo, como manifestándonos que aquel debe ser el eterno límite de nuestros deseos, de nuestras ambiciones, de nuestras esperanzas: todo forma un conjunto de bellezas y encantos difícil de describir. La Casa nova, según las crónicas refieren, sirvió de palacio a una princesa árabe, y dicen que existe todavía un subterráneo, que, partiendo de aquel, terminaba en la orilla del mar, en el sitio donde se hallan aun los baños que el vulgo llama de la Reina mora. Estos baños son obra hábil y delicado trabajo de los árabes, practicando en una roca que permite estar en la playa y disfrutar á la vez de las transparentes y límpidas aguas de mar adentro, así como también de aquel aislamiento absoluto que tan apreciado es por los mahometanos para sus mujeres. Ninguno de los que allí vivimos hemos tratado jamás de descubrir el subterráneo: y sin duda porque a las castellanas de aquel castillo nos parece más cómodo el ir al aire libre a tomar los baños y ser conducidas por un carruaje, que atravesar aquel lóbrego pasadizo metidas en una litera, alumbradas por antorchas y precedidas de esclavos. Por mi, sé decir que prefiero á ese feudal aparato, unas botitas, que para el caso tengo, con finas suelas de alpargata, mi traje sin cola, mi bastón-sombrilla y la compañía de mi hija, y un perrito que jugando corre con ella y se para cien veces en el camino hasta llegar de esta manera al término de mis diarias expediciones. En cuanto á la litera, ¡ es ya tan antipático este mueble en nuestros días!.....Ignoro si esta antipatía nace de las ideas democráticas que todo lo invaden, ó del contraste que forma su lento caminar con el rápido y cómodo sistema de viajar moderno. Además, la única entrada que hoy se conoce de este subterráneo es la que existe junto a los baños, y esta de tal manera cubierta de zarzas y de plantas acuáticas, y es tan extraño el género de vegetación que allí reina, que cuando algún curioso ha intentado visitarlo, los ruidos que han llegado hasta el, como de culebras que se arrastran entre la maleza, de ecos y silbidos tenebrosos, de sus propias pisadas al sonar sobre un terreno húmedo, las fantásticas sombras que se proyectan sobre el musgo que cubre las paredes, y aquella atmósfera pesada, y aquella interminable profundidad, todo le ha obligado a retroceder, abandonando su proyecto. Lo único que hay de cierto es que ni el subterráneo, ni la litera, ni los esclavos, ni las antorchas me han servido para otra cosa que para sugerirme alguna que otra idea romancesca, que ha logrado distraerme en mis ratos de ocio. Comprendo que mis antepasados no me perdonarían estas ideas, y hasta yo misma confieso que soy muy original en ciertos casos; pero no hay remedio; por más que mi Casa nova conserve su aspecto feudal y cada uno de sus habitantes cumpla, sin salir de su esfera, los deberes de su cargo, el cariño que nos une á todos es tal, que nadie, al entrar en la gran habitación de la planta baja y ver reunido junto al hogar á jornaleros, criados y señores, nadie, repito, imaginara que no es aquella una numerosa familia. Respeto y confianza, consideración y cariño; este es nuestro lema. Los que no desdeñan estas costumbres pasarían, á no dudar, una agradable temporada entre nosotros allá por los días del mes de Febrero, en que para llevar á cabo los trabajos extraordinarios de la hacienda, reunimos allí gran número de jornaleros. Estos hombres solamente van á Benisa tres veces por semana con objeto de proveerse de los víveres necesarios para los dos días que han de pasar luego sin volver al pueblo, el cual dista dos horas de allí. Es tarea pesada después de todo el día de trabajo emprender tan largo camino, por lo cual, si hay cien hombres, cincuenta se quedan una noche en la Casa nova, y los otros cincuenta que se han ido se quedan á su vez en la siguiente. ¡ Si les vieras, una vez terminado el trabajo diario, en el momento de volver a la casa! Figurate á la caída de la tarde ochenta ó cien hombres diseminados aquí y allá por la colina sobre la cual esta situado el edificio, precedidos de su amo, que, con el mayoral, camina y discuta á la vez las tareas del día. Los unos corren, los otros retozan, los más cantan; nadie diría, al verlos, que desde la salida del sol han trabajado sin descanso. Su primer cuidado al llegar es hacinar de leña la chimenea y prenderle fuego para calentarse. Los jóvenes ceden el puesto preferente á los mayores; esto es, el sitio más próximo al hogar, y acto continuo, cada cual saca de su capacito los restos de la comida del mediodía, y quien un trozo de bacalao, quien una sardina, todos arriman a las ascuas el pescado seco para que se reblandezca, y una vez conseguido, comerlo con apetito sin igual. Mientras ellos cenan en el hogar, también nosotros satisfacemos en las habitaciones del piso principal aquella necesidad de la vida; pero terminada que es la cena, rara es la noche que no bajamos á la reunión. Nada hay tan alegre ni tan consolador como ver a estas pobres gentes, tras un día de ruda labor, satisfechos y contentos porque tienen asegurado el pan para toda la semana. ¡ Cual felices nos creemos, y sobre todo, cuán inmensa nos parece nuestra modesta fortuna al contemplarlos! ¿ Cuantas gracias damos á Dios desde el fondo de nuestro corazón al pensar que contamos con lo suficiente para atender nuestras necesidades y educará nuestros hijos! ¡Cuanta es nuestra dicha al poder además contribuir al bienestar y al sustento de aquellas pobres familias! En una de estas temporadas nos sorprendió un fuerte temporal de agua, y como el río y los barrancos iban tal altos, fue imposible que pudieran los jornaleros regresar a Benisa. ¡ Figurate mis apuros para dar de comer a tanto invitado! Lo peor del caso era la falta de pan; este era mi susto, pero dispuse que cuatro mujeres se pusieran á amasar en seguida; encendimos el horno, y á mediodía, con gran satisfacción nuestra, no tan sólo cada cual pudo disponer de su ración de pan, sino comer asimismo un buen plato de arroz y un frito hecho con la carne de un carnero que para el caso ordenamos que mataran. Excuso decirte la fiesta que fue para los jornaleros el contratiempo aquel, y lo agradecidos que volvieron que volvieron á Benisa cuando en la misma noche, ya todo en calma, pudieron vadear el río. Durante el día, en los ratos que dedicamos las mujeres á la costura, nos reunimos en las habitaciones que dan al Sur, y ¡ cosa increíble en el mes de Febrero! Con las rejas abiertas para que el sol pueda llegas hasta nosotras, pasamos allí horas y horas, sin fuego en la chimenea, ni brasero, ni otra prevención que tener cerrada la puerta que comunica con el resto de la casa. Estos momentos son muy agradables, porque cada una de nosotras se dedica a una labor diferente, y esto da motivo para que la conversación sea variada. Por lo regular, siempre nos colocamos formando un semicírculo alrededor del rayo de sol que nos baña, cuidando siempre de que no alcance la cabeza. Mis criadas, las unas cosen, las otras hacen calceta; la mujer del pastor cose camisas para su marido; la del casero hila, y su hija teje esterilla de palma para capazos; mi hija y sus amiguitas cortan y cosen vestidos para sus muñecas, y yo, después de rezar el rosario en comunidad y leer con general satisfacción la vida del santo del día, me siento ante la maquina de coser, y trabajo en ella hasta que el sol nos abandona. En una de estas tardes fue cuando aprendí a hilar. No puedo explicarte el inmenso júbilo que sentí cuando, después de algun tiempo, trajeron a casa cincuenta varas de lienzo crudo, el cual, si no todo, gran parte era fruto de mis tareas. Sólo he podido comparar esta satisfacción con la experimente el día en que vi publicado mi primer artículo. Te aseguro A………, que en esas temporadas de la Casa nova sólo vuestra gran compañía me hace falta para que la felicidad de que disfruto sea completa. Te abraza cariñosamente. MATILDE F. 20 de Diciembre, 1877 La lectura de estas cartas nos ha llevado a extraer varias conclusiones del sistema de vida de nuestros antepasados hace más de 100 años: El modo de vida de los patronos sobre los asalariados, ya sean jornaleros o criados, es muy paternalista a pesar de que les pagan muy poco; Como ves el trabajo es rudo, y sin embargo, las pobrecillas sólo ganan dos reales de jornal. Así es que un pescado seco, pedazo nunca tan grande como su apetito lo deseara, y medio pan muy negro, constituyen la comida y hasta la cena habitual de todas ellas. ¡ Si les vieras, una vez terminado el trabajo diario, en el momento de volver a la casa! Figurate á la caída de la tarde ochenta ó cien hombres diseminados aquí y allá por la colina sobre la cual esta situado el edificio, precedidos de su amo, que, con el mayoral, camina y discuta á la vez las tareas del día. Los unos corren, los otros retozan, los más cantan; nadie diría, al verlos, que desde la salida del sol han trabajado sin descanso. Su primer cuidado al llegar es hacinar de leña la chimenea y prenderle fuego para calentarse. Los jóvenes ceden el puesto preferente á los mayores; esto es, el sitio más próximo al hogar, y acto continuo, cada cual saca de su capacito los restos de la comida del mediodía, y quien un trozo de bacalao, quien una sardina, todos arriman a las ascuas el pescado seco para que se reblandezca, y una vez conseguido, comerlo con apetito sin igual. Mientras ellos cenan en el hogar, también nosotros satisfacemos en las habitaciones del piso principal aquella necesidad de la vida; pero terminada que es la cena, rara es la noche que no bajamos á la reunión. Nada hay tan alegre ni tan consolador como ver a estas pobres gentes, tras un día de ruda labor, satisfechos y contentos porque tienen asegurado el pan para toda la semana.
Manifiesta Matilde que ya orienta a su hija de solo 5 años, para en un futuro hacerse cargo de estas tareas. Para conseguir, pues, que esta niña pueda reemplazarme, si muero yo, ó al casarse se ve obligada como su madre á vivir en un lugar, hemos decidido su padre y yo que pase en Valencia los inviernos en un colegio, y los veranos presenciando y dirigiendo conmigo estas tareas, que tanto entretienen y que tan grandes utilidades reportan á la casa. A pesar de que la Casanova esta muy cerca de nuestra villa y por consiguiente, dentro del término calpino, su relación con Calp es completamente nula; las criadas, los jornaleros, así como sus encargados son todos beniseros. También lo son las personas con las que se relaciona y que conforman la oligarquía de la vecina Benisa. Así lo manifiesta refiriéndose a las Diez ó doce familias, que constituyen la aristocracia del lugar y á quienes unen entre sí estrechos lazos de parentesco, pasan la vida haciéndose cumplidos y reverencias, como pudiera suceder en la corte, entre príncipes. No hay, pues, intimidad alguna: visita hecha, visita pagada, y teniendo en estas gran de que ni las palabras, ni áun los gestos, dejen traslucir el menor detalle de la vida intima, detalle muchas veces conocido de todos, pero del que nadie se da por entendido. Esta diplomacia es tanto más desagradable, cuanto que se trata de personas amables, ilustradas e inteligentes, que, viviendo unidos y en familia, serian ellos y harían á los demás felices. En la segunda carta nos confirma que todos sus trabajadores son de Benisa : En una de estas temporadas nos sorprendió un fuerte temporal de agua, y como el río y los barrancos iban tal altos, fue imposible que pudieran los jornaleros regresar a Benisa. Manifiesta Matilde que en la heredad de la Casanova trabajan unos 100 jornaleros Y como no, la guinda: ya en 1877 se hablaba del famoso túnel que conectaba la Casanova con los Baños de la Reina. Cosa del todo imposible al tener que cruzar por debajo de las antiguas salinas y no existir ninguna salida en los Baños. La Casa nova, según las crónicas refieren, sirvió de palacio a una princesa árabe, y dicen que existe todavía un subterráneo, que, partiendo de aquel, terminaba en la orilla del mar, en el sitio donde se hallan aun los baños que el vulgo llama de la Reina mora. La hija (única) a la que hace referencia Matilde en sus cartas- Matilde Feliu y Frigola, II Baronesa de Bugete- casa con Vicente Ortembach y Sorli, Mayordomo de Semana del rey Alfonso XII. El matrimonio tuvo ocho hijos. El último Feliu que vivió en la Casanova fue una nieta de Matilde, que se llamó Natalia Ortembach y Feliu, que caso con Manuel Pérez Rosales. Andrés Ortolá Tomás

El Alcalde y el alférez de carabineros

El Alcalde y el alférez de carabineros Relato de unos hechos acaecidos en la playa del Arenal de Calp, el Domingo 14 de Diciembre de 1884, entre el alférez de carabineros que comandaba la fuerza destacada en las playas de Calp y el alcalde Francisco García Mulet. Confirmado, entre otros, por el diario El Serpis del 19 de Diciembre de 1884 o el Constitucional de 17 de Diciembre de 1884. Sobre las cuatro de la tarde del domingo último la Junta local de Sanidad de Calpe fué a dar entrada con visita sanitaria á una pareja de pesca de bou que se hallaba fondeada en la rada de aquel pueblo. Practicada esta medida al llegar a tierra la lancha de aquella embarcación con el pescado para desembarcarlo, fué rechazada, según comunicación que se ha recibido es este gobierno civil, por el alférez de carabineros de aquel puerto, produciéndose por consecuencia un fuerte altercado entre dicho alférez y varios paisanos que se encontraban en la playa. Esta es la nota de prensa que publicaron los diarios en aquellos días. Pero, por suerte tenemos una versión bastante más explícita en base a un informe del Alcalde de Calp que intervino en la refriega dirigido al Gobernador y que publica el Cronista de Villajoyosa el señor José Payá Nicolau en su blog. El alcalde, el contrabandista y el alférez (1884) Un alférez de carabineros destacado en Calpe propició con su sorprendente y estólida conducta un conflicto que pudo haber sido sangriento de no ser por la intervención de gente del pueblo en la propia playa calpina. Todo ocurrió el día 14 de diciembre de 1884. El relato del hecho lo hacía el alcalde de aquella villa para enterar al señor Gobernador de la provincia de semejante caso. El Gobernador, a su vez, comunicó a don Antonio Esquerdo, alcalde de Villajoyosa, lo ocurrido junto al peñón o collado de Calpe, y lo hacía por residir en nuestra villa la autoridad rectora del “trozo marítimo” que incluía a Calpe. Imagen de la bahía de Calp Decía el alcalde calpino que “sobre las cuatro de la tarde del día de hoy la Junta Local de Sanidad de esta villa ha ido a dar entrada con visita sanitaria (…) á una pareja de pesca de bou que se hallaba fondeada en la rada denominada Aduanas de este pueblo. Después de practicada esta medida, al llegar a tierra la lancha de dicha pareja con el pescado (…) ha sido rechazada por el Sr. Alférez (sic) de Carabineros (…) prohibiendo rotundamente á los tripulantes desembarcar el pescado (…) por cuyo motivo se ha producido un fuerte altercado entre el Alférez y varios paisanos que se encontraban en la playa”. El alcalde de Calpe no tuvo otro remedio que tratar de imponer su autoridad para evitar el desorden, pero el aludido alférez, negándole autoridad al edil, mandó al vigilante que tenía a sus órdenes que hiciera fuego a la Junta de Sanidad, “a cuya orden −continuaba el informe− hizo armas dicho vigilante pero sin que tuviera tiempo para disparar porque un grupo de paisanos se ha tirado encima y se lo ha impedido”. No obstante, “un vecino de este pueblo que ha sido Alcalde del Ayuntamiento anterior llamado Felipe Jorro Momdedeu (¿Nomdedeu?), alias Fendi, con su modo de contrabandista [con] intimas relaciones con el Alférez, ha avanzado hacia la Junta de Sanidad y dirigiéndose al mismo Alférez con ademán resuelto le ha gritado que allí le tenía a él y que no tuviera miedo á nadie…” Parejas fondeadas ¿Y qué hizo el militar entonces? Pues la emprendió contra el alcalde actual de Calpe con malas maneras, descompuesto, “tirando el ros de uniforme por dos ó tres veces, hasta el punto que le he intimado si me reconocía como tal autoridad -dijo el alcalde-, á lo cual no atendía dando grandes voces y pidiendo con insistencia y á la fuerza los papeles ó documentos de sanidad de dicha pareja de pesca”. El alcalde le negó lo pedido diciéndole que no era de incumbencia del alborotador. Mas entonces llegó el asistente del alférez, que vestía de paisano, “le ha quitado la carabina al vigilante diciéndole : “Mira [,] verás tú como soy hombre para hacer fuego, pero (…) ha sido contenido por los paisanos”. El propio alcalde, consciente de la gravedad de aquello, decía: “Se ha puesto al lado del Alferez para ampararle del furor de los amotinados [los paisanos] que habiendo hecho huir al contrabandista Felipe Jorro se venían hacia la playa y por lo mismo no ha pasado el hecho de ser mas que un escandaloso motín”. Pareja descargando el pescado Añadía el alcalde que, habiéndose turbado seriamente el orden, y obviado su autoridad, daba parte del hecho. También aludía el edil a la actitud contradictoria del alférez, quien aquella mañana (por el día siguiente) había dejado desembarcar pescado de parejas procedentes de la provincia (sic) de Vinarós que no están habilitadas para ejercer la pesquera en esta provincia “sin visita ni entrada sanitaria”. Según opinión del alcalde, el alférez, y posteriormente, había recapacitado sobre el mal hecho… un hombre que, incluso de noche y sin papeles de sanidad, había dejado desembarcar pescado de otras pesqueras. De todo lo acontecido, la primera autoridad local ya había informado a los superiores y llevado el caso a los juzgados. Ésta fue la narración que hizo el alcalde Esquerdo en Villajoyosa… Llavador limpiando el pescado Curiosamente, se acusa al exalcalde Felipe Jorro Nomdedeu de contrabandista por parte del Alcalde que se enfrenta al Alférez de carabineros. Nada extraño, la presunta connivencia entre el poder político y algunos mandos de la fuerza de carabineros era notoria en estas costas en donde se descargaban grandes alijos de tabaco en aquellos años. Felipe Jorro Nomdedeu vuelve a acceder a la alcaldía de nuestra villa el 14 de Junio de 1901 por dimisión del alcalde Pedro Tur Crespo. Felipe ostenta la alcaldía hasta el 12 de Julio de 1904, en que nuevamente es sustituido por su antecesor. La muerte de sus hijos Felipe, con 20 años, en Febrero de 1903 y de su hija María en Octubre del mismo año, habían minado su salud y Felipe entra en una gran depresión. El Ayuntamiento calpino en fecha 17 de Enero de 1905 inicia expediente de apremio contra Felipe Jorro Nomdedeu “para el cobro de la cantidad de 118,84 pesetas por el descubierto que resulta de los repartos de años anteriores según liquidación practicada al efecto”. Acuerdo Ayuntamiento de Calp para proceder contra el exalcalde Meses más tarde, la Audiencia Provincial de Alicante entabla un procedimiento por falsedad electoral y otro de malversación de fondos, contra Felipe Jorro Nomdedeu y Pedro Crespo denunciados por el entonces alcalde Pedro Tur Crespo. Los hechos se remontan al año 1903 en el que Jorro fue Alcalde de Calp y Crespo teniente de alcalde. Tanto Felipe como Pedro Crespo son absueltos del delito que se les imputa. Felipe Jorro Nomdedeu fallecía el día 10 de Abril de 1906, a los 69 años de edad. Descansa en el cementerio de la Canuta conjuntamente con sus hijos Felipe y Maria Jorro Ripoll. Andrés Ortolá Tomás

La partida de la Cometa o Regaig

La partida de la Cometa o Regaig Hablar de la Cometa o Regaig, es también hablar de les Cases de Torrat. Este pequeño núcleo de población comprendía diez o doce familias. De las cuales seis viviendas, correspondían a los hermanos Torrat, en el que había dos casas principales. Si tomamos el Censo Electoral de 1885 nos encontramos en el caserío de la Cometa con nueve personas con derecho a voto; Vicente Bañuls Bertomeu de 49 años. Juan Bañuls Bertomeu de 47. Pedro Giner Cabrera de 52. Felix Pineda Sala de 64. José Tur Pastor de 74. José Tur Crespo de Francisco, de 56. Antonio Tur Crespo de 43. Pedro Tur Crespo de 35 y José Crespo de José, de 38. Tenemos constancia del fallecimiento de José Tur Crespo el 11 de Agosto de 1890, aunque no podemos afirmar que fuera uno de los electores del censo de 1885. El riurau de la Cometa y la era Llama la atención que el topónimo Regaig deja de utilizarse a principios del siglo XX. Con anterioridad, era habitual encontrarnos con ambas denominaciones, Cometa o Regaig, conjunta o separadamente. Por ejemplo, en el Registro Fiscal de Viviendas de fecha 4 de Abril de 1894. Los hermanos Pedro, Teresa, Jaime y Josefa Tur Crespo viven en Regaig o Cometa. Así como Tur Pastor, heredero de José y Pedro Tur Blanquer. El último documento en que hemos encontrado esta referencia, es en un acta del Ayuntamiento de Calp, del 1º de Enero de 1903, Pedro Tur Crespo como segundo teniente de Alcalde está domiciliado en la partida de Regaig. Los hermanos Tur Crespo, los Torrats, eran nueve hermanos. Al ser estos el núcleo familiar más numeroso, posiblemente el lugar pase a ser más conocido como “ les cases dels Torrat”. En los primeros años del siglo XX varios cometeros se vieron obligados a emigrar a Argelia, allí escucharon que en tierras de la Cometa del Oró había un tesoro enterrado por los moriscos expulsados de este lugar. A la vuelta de aquellas tierras, alguno de los hermanos “Torrat” trabajaba más profundamente los campos en busca del anhelado tesoro que les haría ricos. No encontraron la fortuna en el tesoro de oro y plata, pero, la tierra agradecida les proporcionó buenas y abundantes cosechas. Uno de ellos, Pedro hizo un pozo en la parte de arriba de las casas y al llegar a cierta profundidad tropezó con una losa y siguió ahondando con el mayor secretismo. En este pequeño núcleo de población, pronto surgieron los rumores entre la gente sobre si Pedro había encontrado el “tesoro” de la Cometa. Pedro juró y perjuro que no había encontrado nada en el pozo, pero las dudas entre sus vecinos siempre existieron. Más tarde compro dos casas en Calp con lo cual los viejos rumores surgieron de nuevo. Pedro llegó a ser Alcalde en 1904 y posiblemente algún año más, aunque la falta de documentación entre los años 1905 a 1910 nos ha impedido confirmarlo, si podemos afirmar que durante 1911/12 es sustituido por Cosme Jorro Ripoll. Colocación de la primera piedra con el alcalde Pedro Tur "Torrat" Pero nuevamente lo es Pedro Tur Crespo desde Diciembre de 1913 a Septiembre de 1915, en que vuelve a ser sustituido por Cosme hasta Noviembre de 1916. En esta ocasión es otro cometero, José Tur Ribes, vecino de Regaig, jornalero de 41 años que no sabe leer ni escribir. La toma de posesión de José Tur es recurrida ante la Comisión Permanente de la Diputación de Alicante “contra la validez de la proclamación de candidatos el 4 y la elección del día 11 de Noviembre de 1917” Lo firman Miguel Roselló Yvars y Francisco Mulet Barber. La Comisión finalmente, desestima la alegación en fecha 13 de Diciembre de 1917. Casualmente, es el propio Miguel Roselló el que ostenta el cargo de Alcalde de Calp en los años 1918/19 y 20. En 1921 vemos nuevamente a Pedro Tur Crespo presidiendo como Alcalde, la colocación de la primera piedra del cementerio de la Canuta del que fue madrina su hija Pepita Tur. Nos contaba Antonio Tur Pineda en sus historias de la Cometa; en la plazoleta de las casas de los Torrat se practicaba el juego de pelota entre los vecinos del lugar como pasatiempo en las tardes domingueras. De los que no jugaban, unos se encargaban de marcar las rayas y colocar las fichas. Otros buscaban las pelotas por los tejados y los bancales detrás de las casas. La gente que no jugaba, mientras esperaban, se sentaban en el “cup” delante de la casa de Vicent de Torrat o en la parte donde estaba el "marchador", comentando el juego o hablando del trabajo. En todas las casas de la partida habían jugadores. De casa Águeda, estaban los hermanos Pepe y Pere, en casa Bernat de la Viuda destacaba Pepe, en casa Salvador, los dos hermanos. También venían los hermanos Ripoll de la Empedrola, la familia Salvadora del Carrió, Pepe Serpentí, Barriaca, etc,. Les cases de los Torrat A los cometeros les era reconocida la calidad del vino que producían y de la uva que vendimiaban. En los primeros días del mes de Agosto "Quant per agost escoltes trons tots els raims són bons" se iniciaban los trabajos de la vendimia, hombres y mujeres se encargaban de cortar los racimos, bien de moscatel para su venta o de otras variedades para la elaboración del vino. Los frutos de las vides eran transportados a lomos de caballerías, hasta el “cup”. Cada caballería transportaba cuatro capazos en los “anganells” por estrechas sendas. Eran estos (los capazos) fabricados con palmito en la partida benisera de Pinos: Cada capazo admitía dos arrobas de capacidad. Ya en la casa o en el riurau, los hombres descargaban de las caballerías los capazos con los racimos y los introducían en el amplio lagar, el encargado, con un clavo rayaba en la pared la cantidad de ellos según iban entrando. Los jornaleros encargados de pisar las uvas, calzados con recias alpargatas de esparto, iniciaban su tarea al ritmo de canciones tradicionales, mientras con una mano agarraban una soga que pendía del techo para mantener el equilibrio. El vino iba cayendo entre las juntas de las tablas al receptáculo inferior donde, piel y “raspas” se había mezclado, allí permanecía hasta el día siguiente cuando ya se seguía el procedimiento establecido y que finalizaba con su almacenamiento en toneles de madera. Cada una de las variedades de uva tiene sus características, así, el “gironet” da un caldo tinte y dulzón. El “merseguera” da más rendimiento en las parras, pero es más áspero y muy claro, haciendo buena mezcla con el “gironet”. El “monastrell” es intermedio entre ambos y el “bobal” es algo seco. En tierras de la Cometa el mejor vino se hacía en casa de Bernat de la Viuda usando uvas de la variedad “gironet”. Habitualmente la producción anual de Bernat era de una bota de 50 cantaros y dos de 40 cada una. Chavales "tirant panera" A principios del siglo XX una gran tormenta de pedrisco arruinó las viñas y al año siguiente, surgió la plaga de la filoxera que definitivamente aniquiló lo poco que quedaba, dejando en el paro a muchos vecinos de las Casas de Torrat, la Empedrola, la Vallesa o Salamanca y por añadidura a gran parte de la comarca. Tiempos difíciles, gran parte de los jornaleros de estas tierras se vieron forzados a emigrar a la vecina Argelia, paradójicamente a trabajar en lo que siempre habían hecho, la vendimia, tanto en la poda como en la recolección de las vides. Mientras tanto, aquellos que se habían quedado empezaron a arrancar las cepas con una máquina movida a mano y que trabajaba del modo siguiente; este artilugio se desplazaba entre dos hileras de cepas donde dos hombres amarraban cada una de ellas y a manivela se las arrancaba y así con las siguientes. En las tierras de la Cometa no solo tenía rentabilidad la uva para vino, también lo era la fabricación de la pasa. Es a partir de la Virgen de Agosto en que se inician los trabajos de preparación; la limpieza de la caldera, el acopio de leña para los hornos, tanto de la caldera de escaldar como de la estufa que debía secar los racimos. Se revisaban y reparaban los cañizos sobre los que debían depositarse los racimos ya escaldados. A principios de Septiembre, la uva había madurado lo suficiente para producir una pasa dulce y de calidad. Jóvenes vendimiadoras arreglando los racimos Tradicionalmente la “escaldá” duraba hasta finales de Septiembre. Se cortaban los racimos de la uva de moscatel y en caballerías o en carro se transportaban hasta el riu-rau. La preparación del “lexiu” se iniciaba dos días antes. Al día siguiente, con las primeras luces, los agricultores ponían el agua a calentar en una caldera situada a ras de tierra. Normalmente, era un niño el encargado de mantener el fuego. Era este un recipiente de una capacidad entre cien y doscientos litros. Usualmente la caldera era de hierro, aunque también de cobre. En su momento se le echaba al agua el “llexiu”, elaborado con anterioridad. Era este producto una especie de lejía casera, a base de agua y ceniza. Solía introducirse también un poco de cal y unas matas de barrilla o salicor, productos ambos de altas propiedades cáusticas para que la uva se cortara, lo que ayudaría a su pasificación. Cuando este liquido entraba en hervor se le introducía la “bojarossa” (abrótalo silvestre) para darle un color dorado a los granos de la uva. Nos comentaba Bernat Banyuls en una entrevista realizada cuando contaba 95 años de edad. Que siendo muy joven, en su casa se escaldaron 80 quintales de pasa, que vendieron a cuatro duros el quintal (un quintal correspondía a dos capazos). En aquellos años se decía que la pasa era muy rentable “a duro el asa” en referencia a que un capazo tenía dos asas. Aunque en alguna otra ocasión los precios cayeron hasta las nueve pesetas el quintal de 50 kilogramos. Después de sacar la uva de la caldera eran siempre las mujeres las encargadas de esparcir los racimos recién escaldados en los cañizos, a cada uno le cabían tres arrobas de pasa. Los cañizos se dejaban, durante el día al sol y si había buen tiempo, se apilaban y se colocaba encima otro cañizo para proteger del rocío, si por el contrario, amenazaba lluvia o se acercaba mal tiempo, se entraban los todos ellos dentro del riu-rau en pilas de seis o siete. La exposición al sol era aproximadamente de siete días. Cada dos días se le daba la vuelta a los racimos de pasa, para ello se ponían dos cañizos, uno encima del otro y sujetos con cuatro ganchos de hierro, entre dos hombres se les daba la vuelta. En muchas ocasiones, también lo hacían las mujeres. Riurau de la casa del Cocó Para la confección o "escaldá" era imprescindible el contar con un riu-rau y que este estuviera orientado al sur. Los riu-rau estaban construidos con piedra, barro y cal, los arcos de medio punto solían ser algunos de piedra tosca y los más con ladrillos de barro cocido. Las vigas del techo son de madera de pino y sobre ellos descansan los cañizos confeccionados con cañas unidas por un cordel de esparto y sobre ellos barro como base de la cubierta de tejas. En las vecinas tierras de Pedramala solía cantarse esta canción: Mare, mare, mare, que el riurau es crema. Mare, mare, mare, i els canyissos també. Mare, mare, mare, que el riurau es crema. Mare, mare, mare i a mi se me crema la novia també. El riu-rau debe tener una buena ventilación, de ahí que algunos tengan unas ventanas verticales en su cara norte para que exista una buena circulación de aire a través de ellas y siempre tienen que estar orientados al sur. La pasa después de seca se llevaba a la “cambra” y se esparcía sobre el piso en un grosor variable hasta su posterior venta. Otro sistema utilizado para el secado de la pasa eran las estufas que por calor aceleraban el tiempo de secado. En Calp habrían cinco o seis estufas, casi todas tenían termómetro para controlar el calor, las uvas estaban dentro unas horas (10/12 a unos 35/40º) La pasa de la estufa era más oscura que la secada al sol en los cañizos, pero en contrapartida no se apolillaba. Nos cuenta Pedro Pastor en su obra, Calpe, Gentes y Hechos, que el rito gastronómico completaba las jornadas. El amigable y familiar “asmorsaret”, en el que no faltaban las ricas y abundantes ensaladas a base de productos caseros; el “mullaor” de berenjenas, tomates y pimientos asados, con trozos de ajo y abundante aceite de la propia cosecha, la “salmorra” de pimentón o tomate, el pan casero y el vino del terreno. Al finalizar la “escaldá”, el plato fuerte a base de guisado de “rajá”, o “suc de polp” o el exquisito “ arròs en sigrons i conill”. La elaboración de la pasa tuvo un gran auge durante el siglo XIX y los primeros años del XX. La plaga de la Filoxera en 1908-12. La primera guerra mundial y la competencia de la pasa de la región griega de Corinto (más pequeña, sin pepitas y de piel más blanda) significaron el fin del comercio de la pasa. Entre los años 1910 al 1925 el precio de la pasa se mantuvo bastante estable, se pagaba a 20 pesetas el quintal de 50 kilogramos. Por aquellas fechas los compradores que más solían venir por Calp eran, Juan Crespo “de Có”, Antonio Bertomeu “Toni la Venta” y Pepe “del Hostal”, todos ellos de la cercana población de Benissa. En la Cometa las mejores tierras se dedicaban a la vid, también era notable la producción de algarrobas en la partida. Se cuenta que Toni Águeda vendió 1.000 arrobas a duro la arroba, el primer año que llevó la finca, cuando un jornal de sol a sol era de seis reales. Los jornaleros que venían de Benissa, azada y capazo al hombro, tenían que estar al tajo al amanecer y trabajar hasta que el sol desaparecía de Ifach. La trilla con el mulo y la tabla Sin embargo poca era la producción de la almendra o del olivo entre los pocos agricultores del lugar. La almendra se vendía ya partida, trabajo que realizaba la familia entera, rompiendo la cáscara sobre una losa y con el “picó” de hierro. Fincas de grandes terratenientes, como la Empedrola, producían grandes cantidades de almendra o algarroba. En el caserío de la Cometa había siete u ocho mulos para desarrollar los trabajos de carga y para arar la tierra. Los labriegos tenían por costumbre para cada tarea un cante distinto, uno para los trabajos de trilla, otro para labrar, etc,. “Tot el día llaurant, tot el día cantant” José Tur "Águeda" en una imagen de José Luis Luri Ver agueda en estas mismas páginas Pero no todo era trabajo, en aquellos años las fiestas de la Cometa eran muy populares, el tabalet y la dulzaina amenizaban la fiesta. Era muy popular el Tì Benito de Callosa de Ensarriá. En una ocasión nos contó el Tì Bernat, vino por su mediación hasta la banda de música de Gata, lo cual fue todo un acontecimiento. En casi todas las casas de campo había personas que tocaban algún instrumento musical, ya fuera la guitarra, el laúd, el acordeón o la pandereta y amenizaban las cálidas noches de verano con bailes. En las largas y frías noches de invierno o cuando había mal tiempo, lo aprovechaban para picar esparto, confeccionar alpargatas, hacer sombreros o capazos. Curiosamente, ningún habitante de la Cometa fue marinero, todos se dedicaron a la tierra. Calp estiu de 2018 Al Tì Bernat de la Cometa a los 117 años de su nacimiento. A Antonio Tur Pineda "Águeda" cometero de pro. Andrés Ortolá Tomás

La fuente de Ifach

Muchas de las personas que visitan el Parque Natural desconocen que a un centenar de metros más abajo del túnel que da acceso a la otra parte del monte, existe otra cavidad, artificialmente creada, cuya historia es la siguiente; corría la década de los años 20 del pasado siglo: una mañana de Domingo, el ganado de cabras que tenía el casero Andrés Ortolá Ivars estaban en un lugar muy pegado a la peña, era un espacio de umbría y de hierba fresca. Situación de la fuente Picados por la curiosidad, el casero y sus hijos mayores Pepa y Andrés, se acercaron y vieron con sorpresa que manaban pequeños hilos de agua a través de las grietas de la peña, el casero mandó a su hijo a comunicar el descubrimiento al propietario Vicente París por si era de su interés. Este que había concertado los servicios de un taxi para ir al tren, decidió anular el viaje y al no haber teléfono para poder avisar al taxista, decidió mandar a Andrés para comunicar al taxista que no bajara desde Calp. Naturalmente el chico hizo el trayecto de ida y vuelta caminando. Perno de sujeción del cable y primer muro de contención Una vez París en el lugar, ordeno limpiar los matorrales con el fin de despejar el terreno y tener una mejor idea de lo que había. Decidieron quemar las hierbas, con tan mala fortuna que al casero se le quemó el chaleco y lo que es peor, el tabaco del mes. Vicente París que encendía un puro detrás de otro, ni siquiera le ofreció a Andrés alguno de sus cigarros para mitigar el sufrimiento de un fumador empedernido. Interior de la cueva Visto que los hilos que surgían de la peña podían convertirse en un buen manantial, decidieron construir una balsa sobre la pared de roca. Y más tarde, una balsa mayor y finalmente, un túnel de 22 metros de profundidad en el que trabajaron, el casero, su hijo Andrés, Quico “Forma” y Quico el “Solo” como barrenador. Una vez terminado quedó una balsa de 22 metros por dos metros de profundidad que en pocos meses estaba a rebosar. Ahora bien, el problema era conducir esa agua, pura y cristalina, hasta la casa de Vicente París. Pero, tenemos que esperar hasta la década de 1930 en que por fin se materializa la idea de llevar el agua a través de un tubo de plomo colgado de un cable, desde la fuente hasta un gran aljibe que se construye debajo del jardín de la casa París. Desde el fondo Tarea difícil al tener que desplegar más de un kilómetros de cable de acero y tensarlo fuertemente para que pudiera soportar el peso de la tubería de plomo. Tubería que venía en rollos y que se fue desplegando y soldando a medida que acababan los rollos. Se encargó de la parte técnica el herrero recién llegado de Teulada José Vives Buigues ayudado de varios jornaleros. Este hombre tenía un taller en la playa del Racó, en lo que más tarde sería el puerto de abrigo de Calp. El cable y trozos del tubo estuvieron colgados hasta mediados de 1950. Hoy totalmente han desaparecido. Andrés Ortolá Tomás Nieto del casero y guarda del Peñón Fotos gentileza del Parque