LA TRAGEDIA DEL PAILEBOT LEZO
El pailebot Lezo era un buque que se
dedicaba al transporte de carga general y que en su último viaje hacía la ruta
de Barcelona a Cartagena con carga de cemento principalmente, carburo de calcio
y barriles de aceite mineral. Era el mediodía del día 24 de Enero de 1931,
cuando se hallaba a la altura de Calpe, cerca del Peñón de Ifach, sufrió una
avería que determinó un boquete en el casco. El Lezo por sus propios medios
llegó y ancló en la playa de la Fosa y solicito el auxilio del contramaestre
José Verdú. Los carabineros destacados en el cuartel de la Fosa inspeccionaron
el barco, diciéndoles el patrón que llevaba carga general, entre ella muchos
barriles de aceite mineral y bidones de carburo.
Como la vía de agua ponía en peligro de
hundimiento al buque, acudieron a prestar auxilio ( a requerimiento del
contramaestre) las embarcaciones Santa Isabel y San Jaime ambas de armadores
calpinos. La primera, con seis hombres de tripulación y la segunda con siete.
Acto seguido, y con la mayor actividad se procedió a descargar las bodegas del
Lezo, especialmente una partida considerable de carburo de calcio, pues se
temía, con fundamento, que ocurriese una catástrofe si el agua llegaba a hacer
contacto con el carburo. No obstante, todas las precauciones observadas por la
tripulación y los marineros calpinos que habían acudido al rescate, resultaron
vanas al contacto de la llama de uno de los hachones con el gas del carburo.
Parece que los marineros, para realizar las faenas de descarga en el fondo de la
bodega, donde no existía alumbrado alguno, se valían de hachones, y que una
chispa de uno de ellos inflamó el gas acetileno producido por las emanaciones
del carburo de calcio. La detonación fue espantosa, seguida de otras varias, y
perceptible claramente en varios kilómetros de distancia. Los cristales de
muchas casas del pueblo se rompieron. Eran aproximadamente las siete de la tarde
y en la casa de Ifach, mi padre y mi tío Andrés estaban cenando para irse a
Calpe. Mi abuelo (casero del Peñón) cogió la escopeta y salió a la calle
dispuesto a todo. El espectáculo que contemplaron era dantesco, el cielo
enrojecido por las llamas de las tres embarcaciones. El mar incendiado en una
gran extensión por el aceite esparcido sobre las aguas. Los gritos de dolor de
los heridos. Una de las embarcaciones, envuelta en llamas, fue arrastrada por la
corriente o por el viento hasta el lugar conocido como el Barranquet en los
acantilados del Peñón donde se hundió.
Los carabineros del cuartel de la Fosa que
prestan servicio en la zona, acudieron horrorizados en auxilio de los heridos
sin que pudiesen hacer nada por encontrarse en la playa. En la oscuridad de la
noche trataron de acercarse hasta los puntos más cercanos de la costa, lanzando
cables, pero resultaron infructuosos sus esfuerzos.
Con el Lezo desapareció toda su
tripulación. El patrón y propietario José Galbeño Escame natural de Málaga y sus
hijos Juan y Antonio Galbeño Santiesteban y cuatro tripulantes más. Uno de los hijos del patrón
(parece ser Juan)
había tenido un grave enfrentamiento con su padre por la forma en que este
dirigía las operaciones de descarga. Otro de los hijos de José Galbeño, se puso
enfermo en Barcelona antes de embarcar y posiblemente, esta enfermedad le salvó
la vida al tener que quedarse en la ciudad condal.
Manuel Basilio Sabario, motorista del barco
San José, se lanzó ocupando una lancha, salvando con gran riesgo de su vida, al
pescador José Navarro, único superviviente de la catástrofe.
De la embarcación San Jaime murieron los
marineros Antonio Ivars Tur, Celestino Crespo Perez, José Devesa Mañó, José
Pastor y Juan Ivars Ronda, todos ellos naturales de Calpe.
Se dio la circunstancia que Celestino
Crespo llevaba varios días sin salir a faenar, su esposa Magdalena, se hallaba
convaleciente del parto en el que dio a luz a su hija María. Pero, ese fatídico
día tuvo que sustituir al patrón Juan Moragues Ausina que se encontraba enfermo.
De la Isabel, murió José Grimalt Pastor y
recogieron flotando en el agua el cadáver de Vicente Perles Llobell. Se cuenta
que uno de los fallecidos fue volando hasta la orilla de la playa a resultas de
la violencia de la explosión.
Algunos de los marineros sufrieron
gravísimas heridas. Cuatro de ellos en especial; Miguel Moragues Ausina, Pedro
Crespo Roselló, José Navarro Cano y Juan Crespo Avargues.
En principio la comandancia de marina
comunicó a Lequeito en Bilbao la noticia de la catástrofe ocurrida en Calpe,
pues se suponía que el Lezo era de aquella matrícula y que los tripulantes eran
de la localidad de Lequeitio. El Lezo pertenecía a la casa Chacartegui Arrinda y
Cia. Y constaba que el pailebote era propiedad del señor Chacartegui y que un
hermano suyo lo patroneaba. Lo ocurrido fue que había sido vendido en Octubre de
1928 a un patrón de Málaga ( José Galbeño) y este no se había preocupado de
darlo de alta en la comandancia de Málaga.
Después de la honda impresión que produjo
la catástrofe en el pueblo de Calpe, se iniciaron diligencias judiciales contra
el contramaestre de Calpe, José Perez Verdú- responsable en gran medida- que
había ordenado a la Isabel y al San Jaime que prestaran ayuda en la descarga del
carburo.
Fue nombrado Juez Instructor del sumario
correspondiente, un ayudante de la Comandancia de Marina, el teniente de navío
Rogelio Vera.
El contramaestre calpino fue trasladado
posteriormente a la vecina localidad de Altea, para apaciguar los ánimos de los
afectados en Calpe.
El Lezo fue construido en 1918, pertenecía
a la matrícula de San Sebastian. Media de eslora 23,31 metros; manga 6,80 ;
puntal 2,80, tonelaje total 99,17 y podía llevar de carga máxima 165 toneladas.
El pailebote Lezo, estaba asegurado por
65.000 pesetas. Las embarcaciones calpinas no estaban aseguradas.
Una catástrofe como esta no acaba al día
siguiente, ni en los venideros. La situación en que quedaron los familiares de
las victimas, que en su mayoría no contaban con más medios de subsistencia que
los proporcionados por el esfuerzo del padre, marido o hijo, que han perecido en
el siniestro. En este caso, quedaron sin recursos siete familias, perdiéndose
diariamente 500 pesetas que valía la pesca que traían. La prensa de la época
pide que se haga una suscripción a nivel nacional para ayudar a las familias de
los afectados que han quedado -casi todos- en la más absoluta miseria. Este
llamamiento dio sus frutos y el propio Comandante de Marina Enrique Rodriguez
colaboró con 55 pesetas; El Segundo Comandante Francisco Molina con 30; Fernando
Reus, 15; la Aociación de navieros y Consignatarios, 500; el Pósito de
Pescadores de Calpe con 100; el Presidente, 150. Así mismo muchos calpinos
donaron dentro de sus posibilidades. El día 27 de Febrero se había conseguido
recaudar 4.337,05 pesetas. Cantidad bastante considerable para la época.
Andrés Ortolá Tomás
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